(LUNES 16 DE MAYO -2022- EL JORNAL). No se requiere de un instituto meteorológico para suponer que en invierno es probable que llueva a las tres de la tarde, la misma hora en que se programó la última fecha. Muchos argumentarán que en Jicaral no hay otra hora para jugar y así justificarán el embrollo en que se metió, una vez más, el fútbol nacional.
La jornada 22, suspendido el Grecia-Saprissa, no se completó como estaba previsto y esto me recuerda aquella pentagonal de seis que en una oportunidad se dio en el campeonato nacional.
Seguimos, tristemente, en un fútbol que roza lo ‘amateur’, es cierto que hay altos fichajes, pero hay demasiado ruido alrededor de un balompié en el que los árbitros reciben llamadas; hay sospechas de multipropiedad; no hay reportes fidedignos a la CCSS, y los equipos tienen que jugar a las tres de la tarde porque algunos no tienen iluminación.
Mientras en un mundo globalizado vemos que los equipos de la Primera División aficionada de Inglaterra, de Alemania o de España tienen mejor infraestructura y organización de los nuestros, seguimos creyendo que somos la potencia del área, capaz de competir con México y Estados Unidos. A Canadá ni lo menciono.
Nos encanta vivir de las ilusiones, pero la realidad es que somos un fútbol que ha aprendido muy poco de sus cinco participaciones mundialistas. Quienes lo dirigen no se han percatado de que estamos en el siglo XXI y siguen anclados en el viejo y querido siglo XX, cuando los motores a vapor movían el mundo.
Lo sucedido ayer con la jornada es un ridículo en toda regla. No vale ni siquiera ponerle un adjetivo, para no ofender a Kafka o a los creadores del surrealismo, con decir que fue un hecho kafkiano o surrealista, y es mejor decirlo a lo tiquico: es el mundo patas arriba.
En medio de ese caos, sería bueno que alguien le recuerde a la UNAFUT que el invierno existe.