(JUEVES 07 DE ENERO, 2021-EL JORNAL). Al cumplirse 100 años de fútbol federado en Costa Rica, la dirigencia todavía no se ha percatado de que hay otro fútbol: el de la dimensión social.
Decir fútbol es invocar una palabra mágica que tiene cientos de connotaciones. Basta con observar la mirada de un niño cuando le hablan de fútbol o cuando escucha rebotar un balón.
La Asociación Deportiva Guanacasteca (ADG) difundía ayer en sus noticias que a la más reciente convocatoria para detectar talentos llegaron 300 niños, llenos de ilusión y fantasía por querer ser futbolistas.
Si de todos ellos no sale ninguno para ser profesional, la tarea estará más que cumplida, porque si hay buenos entrenadores, se les ayudará a ser mejores personas para el futuro.
Esa es la grandeza del fútbol, un deporte con una enormes implicaciones sociales.
En Costa Rica este aspecto pasa de largo y en los entrenamientos en las escuelas de fútbol se les exige a los niños como si ya fueran profesionales. Ese disfrute. Ese fútbol de potrero. Ese correr sin límites, se busca eliminar en nombre de la táctica. Es un despropósito absoluto, pero sucede.
Lo que deben hacer los equipos como proyección en sus comunidades es fomentar el amor por el fútbol entre los pequeños, porque son muchos los beneficios que genera el fútbol como escuela de deporte colectivo. El balompié tiene la singularidad de que para destacar, por más aptitudes que se posean, es necesario siempre el juego de conjunto. Desde Pelé hasta Messi ha sido así.
El fútbol tiene una gran dimensión social y los equipos de la Primera División y la Segunda División pueden hacer mucho más en este apartado. Lo de la ADG es una muestra inequívoca de que el fútbol mueve montañas.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.
