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Crónicas desde la parca

Obra: “El cementerio de los escritores olvidados”

Autor: Carlos Morales.

Género: Literatura

Editorial Prisma S.A.. San José -Costa Rica; 164 páginas y 21 fotografías, Primera Edición.

(JUEVES 02 DE MAYO-2024-EL JORNAL). Aunque el autor de esta obra nos mete en el mundo del llamado periodismo crítico, luego de fracasar en su intento por reducir a una “cuartilla” un trabajo periodístico, la aparición de nuevo de una serie de periodistas y personajes de la cultura de los años setentas y ochentas, nos obliga a inventariar qué tenemos nuevo hoy  en novelística, teatro,  poesía etc.

Es como si el autor levantase la tapa de una caja mortuoria y se nos muestre varios años después a una larga lista de gente –  Beto Cañas, Joaquín Gutiérrez,   José Marín Cañas, Fabián Dobles, son solo algunos de ellos- con sus egos y sus virtudes.

Si bien sus personajes parecieran que ni siquiera el “más allá” les hizo mella  -vienen un poco más relajados que cuando se fueron y por estos lados no podían hablar mucho-  encuentran en Morales una especie de Átropos, la deidad de la mitología romana, para muy sutilmente clavar un montón de  banderillas.

Así es que, viendo el pasado, cuando estos personajes nos dejaron  y, el presente de los Premios Nacionales, el periodismo que hacemos, nuestra capacidad de crear o autocrítica, por ejemplo,  al menos exministros, políticos, académicos y periodistas dignos (alguno que otro de ellos quedan) tendrían que sonrojarse.

“El Cementerio de los escritores olvidados” es una simple descripción de personajes, sí pasamos de puntillas  por las “trampillas”  que suele dejar sembradas este  escritor y periodista en algunas de sus obras como “La Rebelión de las avispas” o “No los dejen respirar”, con el uso del humor, la recreación de ambientes como el logrado con las manías de Beto Cañas y  Ernesto Sábato . Y su “Cementerio de escritores” no es la excepción.

Mas allá de que el autor aborde con humor ácido los premios nacionales entregados al amanecer del siglo XXI a una serie de personajes, según las páginas 90-91, defienda dos o tres novelistas jóvenes, etc., subyace en su postura la crítica al nepotismo con profundas raíces como forma “democrática” y la forma tan sui generis que ya nuestros políticos y los escribidores a su servicio recolonizan un día sí y el siguiente también.

¡Reír para no llorar!, llaman este humor  en el puerto.

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