(VIERNES 15 DE ENERO, 2021-EL JORNAL). Los juegos entre Sporting-Herediano y Cartaginés-Santos dejan buenas noticias, más allá de que por ráfagas hubiese más esfuerzo que ideas. Los equipos, por lo visto, quieren dejar de lado las ataduras y salieron al campo a buscar la victoria. Suena raro decir esto de un partido, porque debería ser de oficio, sin embargo, en los últimos tiempos el fútbol de Costa Rica ha padecido lo que yo llamo el “síndrome de la pizarra”.
Los jugadores están tan pendientes de cumplir las indicaciones de sus técnicos, que se olvidan de jugar.
Una vez que corre la pelota, las leyes del campo son otras distintas a las de la vida real. Lo imposible puede volverse posible. La fantasía puede trastocarse en realidad. Cualquier truco de prestidigitación es viable siempre y cuando el ejecutor se lo crea.
El mejor ejemplo fue ayer la jugada de Esteban Ramírez, quien tras recuperar un balón en mediocampo se percató de que podía correr y sorprender ante la pasividad de los adversarios, y en un abrir y cerrar de ojos lo consiguió. ¿Cuántas veces por partido se presentan opciones similares? Muchas. Lo que sucede es que el jugador está entrenado para que tome la pelota, observe a sus compañeros y retrase la acción con un pase lateral o hacia atrás.
Lo que se consigue con ello es un fútbol previsible, acartonado, telegrafiado y este deporte siempre ha sido todo lo contrario. Ya lo decía Dante Panzeri, uno de los periodistas argentinos más importantes y que en su momento dirigiera El Gráfico: el fútbol es el arte de lo imprevisto. Su libro de 1967, “Dinámica de lo impensado”, es una auténtica biblia, y gracias a su relevancia fue reeditado en 2011.
El Clausura ha empezado con buenos bríos. Con atrevimiento. Ojalá los equipos mantengan ese camino, porque estas sí que son buenas noticias.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.