(SAN JOSÉ, COSTA RICA, LUNES 17 DE AGOSTO, 2020-EL JORNAL). Cayó estrepitosamente el Barcelona: 8-2 ante el Bayern Múnich. Cayó el Atlético de Madrid 2 a 1 Madrid frente al Lepzig. Cayó el Manchester City 2 -1 ante el Olimpique de Lyon 2 a 1. Y antes habían quedado en el camino Juventus y Real Madrid.
Lo vivido en las últimas dos semanas en la Champions ha sido un auténtico tsunami y recuerda que en el fútbol no siempre triunfa el dinero, aunque este sea muy importante para armar equipos y a punta de chequera formar verdaderas selecciones.
El fútbol, que como deporte tiene sus propios códigos, le sigue perteneciendo a los jugadores, que son los que en última instancia definen campeonatos y resuelven situaciones. Para quien tenga dudas al respecto debe preguntarle a Josep Guardiola, que todavía no entiende como Sterling envió a los cielos una pelota que tenía como destino la red.
La Champions acaba de vivir un auge y caída de los grandes imperios, título que he tenido que apropiarme del libro de Paul Kennedy, para poder explicar lo sucedido con los grandes de Europa que verán la final por televisión.
Esos resultados inesperados certifican que en la actualidad las distancias se han acabado y que pese a la existencia de equipos-Estado, como es el caso del City, con financiación externa a raudales, lo que sigue predominando es lo que sucede en la gramilla.
Ahí es la orquesta la que tiene la potestad de variar el ritmo, alterar el guion o por el contrario seguir al pie de la letra lo ensayado en la semana, aunque esta posibilidad siempre será una utopía.
En medio de este contexto tan convulso y lleno de sorpresas hay un equipo que se mantiene incólume pese a las tempestades de otros momentos y es el Bayern Múnich, que le propició la mayor humillación que escuadra alguna haya sufrido en toda la historia de la Champions, como fue la goleada 8-2 propinada al Barcelona.
El fútbol son once contra conce y siempre ganan los alemanes, había dicho Gary Lineker y tenía mucha razón.
Hoy, que en Barcelona, Madrid, Turín y Manchester todavía recogen cenizas de sus fracasos, hay que preguntarse sobre el valor de defender una identidad como lo ha hecho el Bayern, fiel siempre a sus postulados de competir al máximo nivel.
Los que han traicionado esos principios, como es el caso del Barcelona, no les ha valido ni siquiera con tener al mejor futbolista del mundo.
El auge y caída de los grandes imperios del fútbol de la semana pasada es para pensar y analizar qué es más importante en el balompié: si el dinero o una fidelidad a un estilo y a una tradición.