(EL JORNAL, 02 DE ABRIL, 2021-AGENCIA SINC). La ciencia corrobora lo que ya se sospechaba: el estrés afecta negativamente a nuestro pelo. Investigadores de la Universidad de Harvard (EE UU) han descubierto en ratones cómo las hormonas del estrés suprimen el crecimiento del cabello a través de la regulación de las células madre del folículo piloso.
Los folículos pilosos, las cavidades en la piel donde crece pelo, alternan las fases de crecimiento y descanso. Estudios anteriores realizados en roedores y seres humanos indicaban que el estrés puede afectar al crecimiento del cabello, pero hasta el momento no se sabía con exactitud cómo se relacionan ambas cosas.
Cuando los niveles de corticosterona son elevados, los folículos pilosos permanecen en fase de reposo prolongada y no se regeneran. Pero si se reduce esta hormona, las células madre del folículo piloso se activan y se produce el crecimiento de nuevos cabellos
“Aunque el estrés se ha asociado anecdóticamente con muchas variaciones en los tejidos, incluidos algunos problemas del cabello, no estaba claro si provocaba realmente estos cambios perjudiciales y, lo que es más importante, los mecanismos que subyacen a estas alteraciones siguen siendo poco conocidos”, explica a SINC Hsu.
“El año pasado descubrimos que el estrés agota las células madre de los melanocitos (las células madre que dan a nuestro cabello su color distintivo) a través de cambios en el sistema nervioso, lo que constituye la base del encanecimiento del cabello inducido por el estrés”, añade la experta.
“En el nuevo trabajo hemos identificado un mecanismo completamente diferente por el que el estrés afecta a las células madre del folículo piloso, importantes para regular la regeneración de estos folículos y el crecimiento del cabello”, continúa.
Cuando los niveles de corticosterona son elevados, los folículos pilosos permanecen en una fase de reposo prolongada y no se regeneran. Por el contrario, si se reduce esta hormona, las células madre del folículo piloso se activan y se produce el crecimiento de nuevos cabellos.
“El estrés crónico, a través de la regulación al alza de la corticosterona, inhibe una señal de activación en las células que rodean a las células madre del folículo piloso, que normalmente promueven el crecimiento del cabello”, afirma Hsu. “Aunque el estrés puede ser perjudicial para diferentes células madre de la piel, los mecanismos con los que se desencadenan cambios en los tejidos pueden ser diversos, y aún queda mucho por aprender”.
Lejos de su aplicación en humanos
Según los autores, la corticosterona inhibe la activación de las células madre del folículo piloso al suprimir la producción de una proteína llamada GAS6, que ha demostrado promover la proliferación de dichas células madre en ausencia de corticosterona. Así, el restablecimiento de la expresión de GAS6 podría superar la inhibición inducida por el estrés y favorecer la regeneración del crecimiento del cabello.
“Estos hallazgos sientan las bases para explorar tratamientos contra la caída del cabello causada por el estrés crónico”, indica Rui Yi, investigador de la Universidad Northwestern (EE UU), en un artículo adjunto. Sin embargo, Yi insiste que es necesario abordar varias cuestiones antes de que los resultados puedan trasladarse a los seres humanos.
«Como cualquier terapia, habrá que dar pasos adicionales de validación y pruebas rigurosas para evaluar tanto la seguridad como la eficacia. Nuestro descubrimiento es solo el primer paso, todavía hay que trabajar más antes de que pueda aplicarse a humanos», Ya-Chieh Hsu, investigadora de Harvard.
Por ejemplo, la corticosterona es el equivalente en los roedores del cortisol humano, pero no se sabe si el cortisol produce en los humanos efectos idénticos a los observados en este trabajo. Además, las fases de crecimiento del cabello difieren entre ratones y humanos, lo que podría influir en la eficacia de los enfoques para revertir la inhibición de las células madre del folículo piloso inducida por el estrés.
“Como cualquier terapia, habrá que dar muchos pasos adicionales de validación y pruebas rigurosas para evaluar tanto la seguridad como la eficacia. Nuestro descubrimiento es solo el primer paso, todavía hay que trabajar más antes de que pueda aplicarse a los humanos”, puntualiza Hsu. “Sin embargo, estos descubrimientos proporcionan una importante vía molecular que hay que seguir explorando”, concluye.
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