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El arte de escribir mal

José Eduardo Mora eljornal@gmail.com

 

Es sorprendente la capacidad de escribir mal de maestros, profesores, periodistas, abogados, médicos y un sin fin de profesionales más. Es como si un nuevo fantasma recorriera el mundo y lo prudente y lo orgulloso fuese el escribir sin la más mínima corrección.

Ya no da vergüenza escribir con descuido y con horrores ortográficos, y sin ningún pudor se hace alarde de una ignorancia idiomática extraordinaria.

Es probable que el “fenómeno” de la escritura desastrosa le daba mucho a Internet y a los sistemas escolares cada vez más alejados de las humanidades. Lo cierto del caso, sin embargo, es que, como decían alguien por ahí, : hay quienes se casan porque no saben distinguir entre un “si” condicional y un “sí” afirmativo.

La epidemia recorre el ciberespacio, los mensajes de celulares, las pizarras de las escuelas y deja una estela de frustración y engaño.

Ante esa avalancha, que parece irreversible, no queda más que el consuelo de la utopía. Por eso volvemos a publicar esta entrevista realizada en agosto de 2009 al periodista y estudioso del idioma Álex Grijelmo, actual presidente de la Agencia de Noticias Efe.

Álex Grijelmo (Burgos, España, 1956) sería capaz de ir al confín del mundo para rastrear el origen de una palabra y conocer así sus genes y el aroma en que se engendró.

Por eso cada vez que en España un político nombra a un alumno  “unidad de módulo educacional” o se refieren a un paciente como “unidad elemental de atención sanitaria”, sabe que su lucha por defender el idioma es una batalla sin par.

De igual manera, se habría escandalizado al percatarse de que en Costa Rica un ministro, en una misma frase y sin ningún pudor, hizo “lucirse” a un futbolista, al que también “campeonizó”.

Autor del Libro de Estilo de El País, de Defensa apasionada del idioma español, El genio del Idioma, La gramática descomplicada y El estilo del periodista, entre otros textos, a Grijelmo, actual presidente de la agencia EFE, lo desborda su pasión por la palabra.

Internet, la destrucción diaria del idioma, la importancia de escribir bien, el lenguaje inclusivo y la necesidad de que el español supere su sentimiento de inferioridad respecto al inglés, son algunos de los temas tratados en la entrevista.

¿Ha podido leer algún “cartel, rótulo, aviso, indicador, comunicado, anuncio, prospecto… o periódico”, “con la más sencilla corrección ortográfica”?

–Lo que he leído últimamente son mensajes publicitarios que llegan a mi teléfono celular y que tienen una ortografía y una sintaxis deplorables. No pienso contratarles nada, porque nunca me fiaré de una compañía que se comunica tan mal. También me enfada que me llegue publicidad no solicitada, pero eso es otro asunto.

¿Cuáles son las razones por las que se escribe tan mal?

–Yo creo que se debe a una inadecuada formación  en la enseñanza primaria y secundaria; y que eso sucede más en España que en América.

En una coyuntura en la que los periódicos salen con horrores y errores, hay una tendencia a prescindir de los filólogos. ¿Qué opina de esto?

–Supongo que se debe a la economía de costes. Pero, en cualquier caso, lo periodistas deberían escribir bien sin necesidad de que alguien les corrija la ortografía.

Abogados, periodistas, articulistas y escritores, incluso, hacen gala de un mal uso del lenguaje. ¿En qué etapa considera que se empieza a gestar el gran problema con el idioma?

–La relación con el idioma empieza en la infancia, y ahí se puede hacer mucho para que el niño se familiarice con las palabras y con la capacidad que tienen para construir historias. Un niño al que se le leen cuentos y al que se anima luego a leerlos por sí mismo será ya una persona diferente, con capacidad para la abstracción y para el dominio de las exposiciones ordenadas, con capacidad para comprender mejor la realidad y también para convencer a los demás.

En sus  libros ha manifestado su especial relación con el idioma. ¿Cómo surge en Grijelmo ese amor por el castellano?

–Surge por el amor a mi profesión. El periodismo se basa en la palabra, y la pasión por el periodismo me llevó a la pasión por la palabra. Incluso las imágenes necesitan palabras, y nadie abre en Internet un vídeo si no sabe previamente de qué trata. Lo primero es la palabra. También en los productos multimedia.

En los medios de comunicación es donde se libra la gran batalla del lenguaje, debido a su deficiente empleo. En ese sentido, ¿cómo mejorar el idioma desde los medios?

–Para empezar, hace falta que los propietarios sientan esa necesidad. Si el dueño de un medio no considera que la calidad en la escritura forma parte del rigor y el crédito de un medio de comunicación, no hay nada que hacer. Los propietarios deben entender que escribir bien beneficia a su negocio.

En Internet predominan las “arrobas”, las palabras mutiladas, las jergas ininteligibles. ¿Qué hacer con la red?

–La Red es como la calle, hay de todo. No creo que Internet sea el origen de los problemas, sino solo su reflejo.

Existe una tendencia al uso de anglicismos y pareciera que Internet promueve este uso. ¿De qué manera se puede combatir dicha situación? 

–A mí me parece que el uso de anglicismos es un termómetro que nos marca nuestro complejo de inferioridad cultural. El día en que nos sintamos más fuertes en nuestra identidad y compitamos de igual a igual con el mundo anglosajón, usaremos menos anglicismos. Ahora mismo es evidente que en el terreno económico y técnico sufrimos una dependencia del mundo anglosajón; pero no en el cultural. En la medida en que seamos conscientes de esto último, daremos más valor a nuestra lengua. Los anglicismos no son un problema, son el reflejo de un problema.

¿Cuál “animal político”  pervierte más el idioma entre abogados, periodistas, políticos y economistas?

–El periodista, porque asume las jergas extrañas de todos los demás que ha citado.

¿Cuál es su posición respecto al lenguaje “inclusivo”?

–A diferencia de lo que opinan otros, yo creo que el lenguaje no es la realidad, sino una representación de la realidad, como escribió el filósofo español José Antonio Marina. Si actuamos sobre la representación de la realidad, no conseguiremos gran cosa. No se debe actuar sobre el espejo, sino sobre lo que se mira en él. Y la realidad cambia sin que cambien las palabras que la representan, así que el problema no está en las palabras. Ahora llamamos “llave” a una tarjeta que nos dan en el hotel. Ha cambiado la realidad, porque manejamos una tarjeta, un plástico, pero no ha cambiado la palabra que la representa. Así que expresiones como “seis policías detuvieron a los atracadores” (que hasta hace poco solo habría representado a seis hombres) pueden alterar su significado por el solo hecho de que se altere la realidad, de modo que en el futuro dentro de la expresión «seis policías» imaginemos hombres y mujeres.

Por eso no estoy de acuerdo con quienes insisten tanto en cambiar las palabras. Yo prefiero cambiar la realidad, porque una vez que se cambie la realidad las palabras se acomodarán a ella. Como sucede con “llave”. Ahora bien, comparto las intenciones del movimiento feminista, aunque mantenga desacuerdos sobre esta cuestión. Desacuerdos meramente lingüísticos. Tal vez equivocados, pero lingüísticos. Por otro lado, la duplicación «ciudadanos y ciudadanas» es insostenible más allá de una frase. Ningún profesor diría “los niños y las niñas que sean buenos y buenas serán aprobados y aprobadas”.

Sostiene en sus libros y artículos que el idioma se rige por la democracia del pueblo. En ese sentido, ¿cómo califica la función de la Real Academia Española?

–La Academia ha adoptado un papel que consiste en observar lo que hace el pueblo, para asumirlo como norma. Sin embargo, yo creo que debería poner más el acento en lo que hace el pueblo y algo menos en lo que hacen los periodistas. Los periodistas hemos inventado un dialecto propio que no es el del pueblo. Eso lo decía ya Fernando Lázaro Carreter, el anterior director de la Academia, y estoy de acuerdo con él.

¿Es optimista respecto al futuro del castellano en España y América Latina?  

–No me preocupa nada el futuro. Lo que me preocupa es el presente, y ese complejo de inferioridad ante el inglés. Si uno se siente superior a otro, no por eso es realmente superior. Pero si uno se siente inferior a otro, es realmente inferior desde ese mismo momento. En el futuro se arreglará eso, pero ahora es lo que tenemos.

Álex Grijelmo es un gran estudioso y experto del idioma.
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