(LUNES 12 DE JULIO, 2021-EL JORNAL). En 1982 Italia ganó el Mundial contra todo pronóstico. Hizo lo mismo en Alemania 2006 y ayer en Wembley levantó la Copa de la Euro luego de volver de las cenizas, de una eliminación vergonzosa a Rusia 2018 y con un fútbol tan ajeno a su estilo, que más bien parecía a la España de 2012, sin tanto trance y profundidad, claro está, pero sin el temor de tener la pelota.
La lección quedó más que evidente: después del ridículo de no asistir a Rusia, era necesario volver a lo grande, para lo cual Roberto Mancini realizó una combinación de juventud y experiencia, y en este apartado Chiellini y Bonucci se erigen como dos centrales, tal y como ellos mismo lo dijeron, para la historia y la leyenda en la historia reciente del balompié italiano.
Con un Federico Chiesa magnífico, aunque solo fuera por sus destellos, un Donarumma silencioso pero espectacular. Hay que observar la serenidad y la maestría con que maneja los espacios en el área y bajo los tres tubos. Va para un portero de época. Malas noticias para Keylor Navas que terminará por ser el suplente del italiano sin ninguna duda.
Italia, a partir de esa idea de tener la pelota, impropia de su historia, ganó su segunda Eurocopa. Lo más importante de lo acontencido en Wembley es que si se trabaja con seriedad, profesionalismo y tiempo, los resultados pueden llegar.
Hoy debuta la Selección de Costa Rica en la Copa de Oro y con 15 días de trabajo es poco lo que se puede esperar de mejoría. Hay que abandonar la idea de los milagros en el fútbol. El mayor milagro, en cualquier campo laboral o de aprendizaje, es el trabajo constante, el volver una y otra vez sobre una idea que se quiere pulir. Hay que tener alma de orfebres si se quiere mejorar en cualquier campo.
Italia siempre. Italia eterna. El mensaje quedó plasmado en la cancha y en los despachos: se puede aprender del fracaso como lo hicieron los “azzurri”y volver de las cenizas.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez
