(MIÉRCOLES 07 DE AGOSTO, 2024- EL JORNAL). Vladimir Quesada se enfureció con un colega nicaragüense porque le preguntó por el «no gol del Saprissa» y entonces me pregunto dónde quedó el casi predicador que comenzaba las conferencias invocando al Eterno. ¿A cuál Eterno invoca don Vladimir Quesada? ¿Al Eterno de la furia, o al Eterno del amor y del respeto?
Cuando se gana y se gana sin contratiempos, todo el mundo es amable y cortés hasta el cansancio, pero cuando en el horizonte aparecen los nubarrones, los actores suelen cambiar el discurso y poco a poco, en vez de las mansas ovejas, se van dibujando los lobos grises y amenazadores.
¿Por qué un técnico se va a molestar porque alguien ponga en duda un gol que, según las tomas de televisión nunca fue? ¿Qué habría dicho don Vladimir Quesada si el gol, en esas mismas circunstancias, hubiera sido para Managua?
Es fácil jugar a ser el salvador del mundo cuando todos los recursos están a disposición, cuando se tienen controlados todos los elementos, pero cuando algo falla, zaz, sale el lobo gruñón a pasearse por la selva indómita.
Saprissa hizo un partido muy pobre frente a un limitado Managua, que es cierto, quería el empate y perdió tiempo, pero para eso repusieron siete minutos más un añadido.
Lo otro que ha de quedar claro, para don Vladimir y todos los técnicos, es que el periodista, siempre que lo haga con respeto y precisión, puede preguntar sobre el partido lo que considere pertinente para su medio, y no es el entrevistado el que dispone sobre qué asunto puede y debe consultar.
Una presentación gris, con excesivo premio, como la de Saprissa ayer en Nicaragua, jamás debería dar pie para que el técnico quiera imponerse a la brava.
¡No se puede tapar el sol con un dedo, saprissistas!
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL