Por Enrique Valverde Salas*
(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 28 DE JUNIO, 2015-EL JORNAL). En los últimos días hemos visto como los medios de comunicación locales, casi sin excepción, destinan una buena parte de su espacio-tiempo a resaltar la situación de los ciudadanos pertenecientes a lo que llaman la “cultura LGBTI”, o sea las lesbianas, los gays, los bisexuales, los transexuales y los indefinidos.
Pareciera que están en una campaña internacional por el reconocimiento y protección de esas minorías, lo cual es muy justo, pero que a mis ojos de campesino resulta bastante contraproducente por lo que paso a explicar.
En primer lugar, la condición de estos ciudadanos es una marcación de la naturaleza o de su crianza o de sus gustos, pero no constituye una cultura, que es como la ha llamado el periódico La Nación en una de sus muchas páginas de aliento al orguyo gay.
Estas personas nacieron o se hicieron LGBTI por mandato de la natura o por voluntad. Si es por lo segundo, igual se pueden cambiar, como ha dicho bien don Justo Orozco y si es por lo primero, esa será su condición natural y deberán aceptarla como nos pasa a los daltónicos.
No se puede pedir que la sociedad, mayoritariamente heteroxexal, se adapte a los gustos o condiciones de ellos, como no podemos pedir, los que confundimos los colores primarios, de que nos cambien todos los semáforos de la ciudad o que le inclinen las aceras a los paticortos o que dejen entrar a un baño de mujeres a un enorme barbudo que asegura llamarse Virginia.
Cada cosa en su sitio y así es como se mueve este mundo más o menos organizado.
Por eso, los periódicos y las teles deberían difundir más información científica sobre esos casos de anomalía ciudadana, que no es una enfermedad ni una discapacidad, pero sí una diferencia, en vez de estar dándoles toda la propaganda del mundo como si fueran el único tema que interesa al país.
Eso que hacen La Nación y Canal 7, puede resultar contraproducente, porque la gente termina atosigada del tema y de los que lo sufren, lo cual genera la reacción contraria que esos medios, evidentemente penetrados por ellos, buscan.
Precisamente esta semana se transmitió en la televisión chilena un programa magnífico sobre la vida de los transgéneros, donde ellos mismos cuentan con valentía sus dificultades y discriminaciones y unos médicos explican el fenómeno desde ángulos varios.
Eso, la difusión científica y profesional, es lo que conviene, porque la propaganda gay solo habla del gran dominio que esos grupos tienen en los medios de información y nos indisponen a los que no tenemos tales inclinaciones aunque las respetemos.
*Campesino de Bustamante de Desamparados
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