(MIÉRCOLES 04 DE NOVIEMBRE, 2020-EL JORNAL). Rinus Michels, Johan Cruyff y Carlos Salvador Bilardo insisteron como entrenadores que los futbolistas deben de tener la capacidada para jugar en cualquier puesto.
Ya se sabe que de la teoría al hecho hay mucho trecho. Y no todos los jugadores pueden cumplir con esos preceptos. El caso de Sergio Ramos, que ayer llegó ante el Inter de Milán a sus 100 goles con la camiseta del Real Madrid, es uno de los casos más extraños y sobresalientes.
Que un defensa, primero por el sector derecho, y luego reconvertido en central alcance esa mágica cifra llama a la reflexión sobre lo que es hoy el deporte más popular del mundo.
Hay jugadores, que pese a ser delanteros, no han alcanzado ese número que para un central es una auténtica grandeza, juegue en el Real Madrid, en el Barcelona o en el Milan.
Ramos, no obstante, no solo representa un número, sino que además ejerce un liderazgo extraordinario en el Real Madrid y en la Selección española.
Y este punto es más relevante que su mágica cifra. El temple, la capacidada para convencer a sus compañeros con acciones al límite, su destreza para convertirse en delantero en momentos en que las circunstancias lo exigen, hacen de Ramos ese mariscal de campo de los que cada vez quedan menos.
Hoy el fútbol se ha convertido en un deporte muy cuadrado. Producto de que las corrientes del tacticismo han invadido casi todos los espacios: los banquillos, las plataformas, los programas deportivos y cuanto medio haya para revelar al mundo de que los jugadores dejaron atrás su espontaneidad para hacer de robots de siglo XXI.
El jugador del Madrid rompe con los esquemas y gracias a su magnífico cabeceo bien podría terminar su carrera como centro delantero. Es lo que pasa cuando se tiene a un todo terreno, que no está pensando si se encuentra en la defensa, en media cancha o en la zona de aque: No, Ramos sabe que el fútbol es una expresión humana y que juegan bien quienes conocen sus secretos, sin importar en qué sector del campo se encuentren.
Con su trayectoria, se pone al lado de míticas figuras como Franz Beckenbauer, Bobby Moore y Franco Baresi. A sus contemporáneos como Carles Puyol y Gerard Piqué hace ratos que los dejó atrás.
A sus 34 años juega mejor que cualquier futbolista de 20, porque a su capacidad física la complementa con la experiencia que dan tantas competiciones. Y en este contexto se viene la pregunta del millón de dólares: ¿se habrá dado cuenta el Real Madrid de que no le puede renovar por solo un año al final de temporada?
Estamos en presencia de un jugador extraordinario. Y si en Valdebebas no se percantan de tan evidente situación, será una muestra inequívoca de la miopía que recorre, como un fantasma, el mundo del fútbol.