(VIERNES 02 DE DICIEMBRE 2022-EL JORNAL). Luis Fernando Suárez, técnico de la Selección, además de sentarse en un banquillo debiera dedicarse a dar cursos de retórica, porque lo hace de maravilla, cuando necesita una cara seria ahí está, cuando tiene que ir de caprichos, va, y cuando tiene que lanzar balones fuera, lo hace con una envidiable maestría.
El primer destello que nos dejó fue el día de su presentación, cuando dijo que había escogido venir a Costa Rica por su sistema educativo. ¿Qué sabía de nuestro sistema educativo? Probablemente nada, pero la frase en el contexto de su llegada sonaba a música para mis colegas y la afición.
Ni Quintiliano ni Cicerón se le acercan al señor Suárez, quien ahora ha dicho que “Costa Rica estuvo a la altura del grupo” ¿Lo estuvo de verdad? ¿11 goles en contra y tres a favor no dicen nada?
Probablemente Suárez no haya leído a Álex Grijelmo, autor del libro “Cómo mentir con hechos verdaderos”, pero aplica las teorías allí esbozadas como si fuera un catedrático consagrado.
Es tan hábil en este ámbito de contar realidades, que hizo que viéramos solo una cara de la elimanatoria y nos quedamos con la segunda vuelta. De la primera nadie hablaba y estaba casi prohibido hacerlo, pero hay que recordarlo: sies puntos en la primera y 19 en la segunda. Logró que se analizara solo una fase de la realidad, la otra, la oscura, la que llama a la autocrítica, esa no cuenta.
Es un maestro, el señor Suárez, y caigo de rodillas ante su magnífico poder retórico. En el ámbito hispano, el gran José Martí sería, a su lado, un simple aprendiz.
Su jerarquía en el manejo del lenguaje nos hace creer que una derrota es un triunfo y estoy sorprendido de que al final la Fuente de la Hispanidad no se llenara de aficionados, festejando la eliminación y la debacle ante España y la derrota contra Alemania.
Ahhh, España, que pese a haberle propinado 7 a la Selección no aparece en el análisis: aquí solo hablamos de lo sucedido contra Japón y Alemania, que son dos victorias en toda regla, la primera por el marcador y la segunda por haber estado arriba en la pizarra durante tres minutos.
La otra perla del magíster Suárez, es que hubo un cambio generacional y por ahí algunos corrieron a decirlo a los cuatro vientos: al fin, hubo un genio que hizo el cambio tan esperado, y ese fue el señor Suárez. Tenía razón el poeta Isaac Felipe Azofeifa, cuando dijo que en Costa Rica todo es carnaval.
Y ahora, cuando se hicieron muy mal las tareas ante España y al final la Selección se quedó en el camino, el señor Suárez nos viene a hablar del futuro. Hemos suprimido de un plumazo el presente. Este no sirve para nada, estorba, señores, así que hay que silenciarlo.
Si las universidades de mi país son serias, tienen que correr a fichar a Suárez, un maestro de este calibre no puede andar soltando discursos aquí y allá sin una cátedra que lo respalde: no podemos perder sus maravillosas enseñanzas.
En fin, que este ejercicio de hacer crítica se parece más al de don Quijote desafiando a los gigantes indomables, mientras Sancho le advertía, señor, mi señor, qué gigantes ni qué ocho cuartos, nada, son molinos de viento.
Cuestionar el manejo de la Selección por parte del técnico y la dirigencia es una batalla perdida, pero como columnista y periodista tengo el deber de decirlo, porque sigo creyendo que hay que enfrentar a los gigantes: para mí es demasiado terrenal creer que son simples molinos de viento…