PALESTRA
(SAN JOSÉ, 11 DE FEBRERO, 2013). Allí en medio del valle que forman dos ríos que riegan las costillas de la localidad de “La Risotada”, en el Pacífico tico, fieles seguidores del griego Esquilo presentaron la semana pasada en el saloncito comunal la obra teatral titulada “ Sin alma”.
Siendo un empedernido romántico que, como el brasileño Roberto Carlos suelo todavía mandar flores, pensé que se trataría de una tragedia sentimental, donde el amor quedó más golpeado que los “liguistas”, cuando su entrenador, Oscar Ramírez, cantó viajera.
Pero no. “Sin alma” está ambientada en un país con cerca de medio centenar de emires, ni lejos ni cerca de aquí, sin trayectoria musulmana, aunque férreo defensor del “fundamentalismo” económico.
Todos reímos cuando un “emir” de estos saltó a escenario – fue presidente- con túnica blanca, larga, sandalias y un turbante sobre su cabeza a cuadros verdes y blancos, dando una lección magistral sobre impuestos a los aguinaldos, pensiones, bonos escolares, etc., a fin de salir del atolladero financiero.
Abajo del escenario, separados del público por unas sillas rústicas, unos improvisados actores de cuclillas recogían migajas del suelo que dejaban caer desde arriba los diligentes funcionarios de los emires. De hecho pareciera que las propuestas financieras las hicieron ellos .
Esta sospecha surgió entre los asistentes porque todos ellos demostraron innumerables beneficios alcanzados desde que ese país depositó cerca de $50 millones en una compañía canadiense, solo para que administrara las construcción de una serie de obras aeroportuarias.
Otros, sumadora en mano aclararon transparentemente cómo $47 millones invertidos en una carretera, con última tecnología ingenieril, será recuperada.
Incluso un ministro (llegó sin turbante) explicó que no es cierto que haya un 6,5% de corrupción en relación el PIB Es solo de 6% y ella es necesaria. Vean la España de Rajoy, dijo. Y todos aplaudimos. Es cierto, qué sería el mundo sin estos corruptos.