(LUNES 07 DE JUNIO, 2021-EL JORNAL). A diferencia de aquella canción interpretada magistralmente por Mercedes Sosa y que era letra de Julio Hamhause, en la que se nos advierte de que “cambia, todo cambia”, en la Selección de Costa Rica esa realidad parece no ser verdad.
En el equipo elegido por Rónald González nada cambia. Hubo pequeños destellos ante México, pero insuficientes para entrar a una eliminatoria con voz propia.
Los pequeños avances se desvanecieron frente a Honduras, un rival directo en el área, y todo volvió a lo de antes. A la inercia, a las dudas, a la lentitud, a la falta de intensidad, a la falta de gol.
Costa Rica llegó como la cenicienta del torneo y se marchó como la cenicienta. La realidad de lo que sucede lo ven todos los aficionados, pero es una situación ajena a la dirigencia, que busca y rebusca para encontrar justificaciones. Medianía dirigencial, con miopía de por medio, se refleja en la Tricolor, un equipo que no gana, que no convence con su juego, que no renueva su conformación.
Han pasado siete años desde la gesta de Brasil 2014 y desde entonces el fútbol costarricense lo que ha dado son pasos hacia atrás. Es la ya patentizada filosofía del cangrejo.
Honduras, México y Estados Unidos, hoy, son susperiores a Costa Rica y hasta donde indican las reglas solo hay tres cupos directos para el Mundial de Catar 2022.
Ya basta de pasividad, empezando por el técnico Rónald González, que es una gran persona, pero que como entrenador transmite poca mística. Ayer veíamos a Gregg Berthalter que quería meterse al campo para transmitir ese coraje a su equipo.
Costa Rica, en cambio, es un ejercicio de pasividad pasmoso. A este paso emularemos a la tortuga, tantas veces ensaldada en la sabiduría popular, pero que para efectos del próximo mundial es un error seguir.
En la “Final Four” se repitió nuevamente el guion: grandes expectativas de mejoría y luego el trancazo, la desilución, los pasitos tímidos que nadie detecta por insignificantes.
Tengo la sensación de que la Federación de Fútbol, con Rodolfo Villalobos a la cabeza, están tan sumidos en el conformismo, y que tienen la idea de que la clasficación les caerá del cielo. Y será justo todo lo contrario, si hay una eliminatoria compleja es la que se avecina, mientras que nuestra selección sigue de espaldas al gol, a las victorias, al juego intenso, en fin, somos la cenicienta de la “Final Four” y no se ve que en el horizonte se vaya a dar un giro determinante para que resurja alguna esperanza, alguna luz, más bien caminamos entre tinieblas.
La bella canción “Todo cambia”, interpretada por la negra Mecerdes Sosa, es inaplicable a la Selección Nacional, donde, por el contrario, nada cambia, todo sigue igual, y mañana, si esto sigue así, es seguro de que veremos el Mundial de Catar 2022 solo por televisión.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez