(MIÉRCOLES 10 DE NOVIEMBRE, 2021-EL JORNAL). Cuando Christian Bolaños habló de fútbol y pulperías muchos se escandalizaron, pero cada vez más la realidad le da la razón.
Y la pulpería la tiene ahí en casa, porque el glorioso Deportivo Saprissa se ha comportado en el caso de Mauricio Wright como un club de barrio, de esos que se reúnen el fin de semana para ir a jugar algún partido entre amigos y hacer vida social.
Un club profesional como el Saprissa no puede darse el lujo de dispararse en el pie a tres jornadas del cierre de clasificación.
Las injerencias del gerente deportivo Ángel Catalina en decisiones estrictamente técnicas habría sido el denotante de las molestias de Wright y sus reclamos, y en ello lleva toda la razón el entrenador. El vestuario y el manejo del equipo le corresponden a quien se siente en el banquillo, como las directrices generales son potestad del presidente y la administración.
El caso de Saprissa es lamentable porque es el equipo más grande Costa Rica, lo dicen las estadísticas y la historia. Mejor lo decía, eso sí, Enrique Weisleder: “Saprissa es una institución nacional”.
La operación discursiva de Weisleder era extraordinaria, porque ponía al equipo más allá del fútbol: al lado de la carreta, la guaria morada, el café y la abolición del ejército.
Y era un quiebre discursivo digno de corearse siempre, porque le daba la dimensión humana y deportiva a ese equipo, hijo de próceres como Beto Fernández y don Ricardo Saprissa, merecía.
Ese es el mismo equipo que hoy supera en determinaciones erradas a la Federación de Fútbol en cuanto a manejo deportivo, lo cual es decir demasiado y actuar sin luces, ni parangón, ni futuro, ni sensatez, y es bajarse a la economía de la pulpería histórica, que fue creada para actuar en ámbitos chiquitos, en un elogio al diminutivo, como forma expresiva que releva la pequeñez de quien lo practica.
Y para terminar de torcer la ecuación, Saprissa anuncia oficialmente la contratación de un técnico que se hizo grande porque pasó un día de verano frente al Santiago Bernabéu.
¿Y todavía hay alguien que se pregunte por qué estamos tan mal?