(VIERNES 11 DE FEBRERO, 2022-EL JORNAL). El Saprissa heredero del Poder y Orgullo, lema de Fabio Garnier y compañía, estuvo a punto de desaparecer. Lo ahogaban las deudas. Eso hizo que tuviera que pasar de asociación deportiva a sociedad anónima, para que apareciera el Jorge Vergara salvador, pero hay lastres que aún persiguen, como fantasmas, al equipo morado.
El hecho de que el club más grande de Centroamérica nunca, nunca, nunca, haya podido contar con unas instalaciones indispensables para darle las mejores condiciones a todos sus equipos es inexplicable.
El hecho, también, de que su estadio no haya sido remozado como lo demandan los tiempos actuales, es un elemento más relevante de lo que parece.
Saprissa, que nació con estrella, ha sobrevivido toda su vida entre la grandeza y el abismo, y hoy deportivamente hablando se encuentra de nuevo en esa tesitura, al ser el último del campeonato, un dato que se debe guardar con sigilo, puesto que es una rareza que sucede cada cincuenta años.
Y este dato releva que la planificación deportiva y administrativa no es la mejor. Se entiende que la pandemia haya afectado fuertemente a la institución, como reconoce hoy Bernardo Soto en una entrevista en La Nación, pero muchos aspectos más, parecen andar sueltos en el Saprissa.
Hay, para decirlo con palabras sencillas, hay demasiados fantastas flotando ahí en Tibás, mientras la fórmula española Catalina-Alonso está a un paso de ser llevada al pelotón de fusilamiento, con memes incluidos en esta semana, que, de paso, revelan una vez más la magnífica creatividad de los costarricenses.
Pensar, como se hizo en Saprissa, que lo extranjero es mejor, simplemente por ser extranjero, es un error de cálculo que paga caro el club tibaseño. El arte de la guerra enseña con Carl von Clausewitz que para cualquier batalla es imprescindible conocer el terreno, y eso no pasa en Saprissa.
Ni Catalina, ni Alonso, tienen verdadera idea de qué es Saprissa, ni qué representa: para ello deberían de repasar el legado de don Ricardo Saprissa y de don Enrique Weisleder, quien llegó a decir con unos aires farónicos: “Saprissa es una institución nacional”. Es decir, que iba mucho más allá del fútbol. Y agrego a la frase de don Enrique: Saprissa debería ser declarado patrimonio inmaterial de Costa Rica.
Y con la grandeza no se juega, porque en el envés de la navaja está el abismo, y ahí es donde hoy aparece, para asombro de propios y extraños, el glorioso Deportivo Saprissa.