(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 06 DE JULIO, 2020-EL JORNAL). Ya sabemos desde tiempos inmemoriales que conocimiento no equivale a sabiduría. La sabiduría es otra cosa, es el abuelo de José Saramago, Jerónimo Melrinho, despidiéndose en Azhinaga, su aldea, uno a uno de los árboles horas antes de morir.
El hombre más sabio que he conocido en toda mi vida no sabía leer ni escribir. A las cuatro de la madrugada, cuando la promesa de un nuevo día aún venía por tierras de Francia, se levantaba del catre y salía al campo, llevando hasta el pasto la media docena de cerdas de cuya fertilidad se alimentaban él y la mujer”. Así empieza Saramago su aceptación del Premio Nobel en 1998.
En el mercado de fichajes que prevalece en el mercado del fútbol costarricense, lo primero que deberían hacer los administrativos de los equipos es aprender a ver.
Saber ver. El ejercicio, que parece fácil y mecánico, en ninguna medida lo es. Hay que tener una sensibilidad para elegir, como quien elige pareja en un momento cumbre y delicado de su vida.
No bastan, para llegar a esa elección, los elementos concretos. Es decir, no es suficiente con que un jugador futbolísticamente haya demostrado condiciones técnicas. Hay que hurgar en su comportamiento psicológico. Su capacidad de adaptación. Su piel para salir de los desafíos como si fuera un guerrero.
De ahí que para fichar a un jugador interiferen muchos factores y, por lo tanto, no es una tarea que se ha de realizar a vuelapluma, como quien compra un helado en la esquina.
Uno de los mayores expertos en este campo es Monchi –Ramón Rodríguez Verdejo–, quien tras retirarse como portero empezó una carrera exitosa como director deportivo.
Para ese éxito, Monchi tuvo que afinar sus ojos de águila. Debió descubrir un método mediante el cual minimizaba la omnipresencia del azar.
Y a fe que lo ha conseguido. En el Sevilla Monchi es padre y señor mío, porque saber ver no es para practicantes.
Saber ver es un ejercicio en el que tienen mucho que decir los poetas: a un buen poema no le falta ni sobra una palabra. El buen poeta siempre encuentra la palabra justa: Hoy es siempre todavía. Sí, lo dijo Antonio Machado en Proverbios y Cantares.
En Costa Rica, no obstante, me da la impresión de que esa tarea se la asignan al primer hijo de vecino que se aparezca hablando en un tono distinto, o la asumen los técnicos y estos, aunque suene a escándalo, no siempre están capacitados para analizar todas las aristas. Se dejan llevar, en muchos casos, solo por los elementos técnicos del jugador.
John Berger, escritor y ensayista, escribió un libro que en su momento hizo época: Modos de ver. Para ver el arte con otros ojos.
El fútbol necesita apelar a nueva forma de ver. Ahora que estamos en el mercado de fichajes los equipos deberían hacer sus nuevas contrataciones con un sentido claro, que pase por la filosofía de juego a la que quieren apelar. Y no porque este o aquel nombre anda suelto y a buen precio.
Lo contrario es ir a ciegas. Y tropezar de nuevo con la misma piedra, como reza la balada que interpretó, entre otros, el mismísimo Julio Iglesias.
La historia de Juan Arnoldo Cayasso es un ejemplo de saber ver. Cuando hizo su primera práctica con la ‘reserva’ de Alajuelense no tuvo un buen día. Le dieron las gracias y le dijeron que tenían el cupo lleno. Cuando el joven ya se marchaba, cabizbajo y derrotado, con las ilusiones rotas, una voz lo llamó. Una voz que nunca antes había escuchado en su vida. Era la voz de Juan Blanco, que había seguido con atención el entrenamiento.
–¿Qué edad tenés?
–18 años.
–Venga a entrenar con el juvenil.
Esa invitación le cambió para siempre la vida.
Saber ver. Hay que repetirlo: conocimiento no equivale a sabiduría.
*Periodista y escritor. Autor de La Gran Hazaña y Ganar con el corazón. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.