(MIÉRCOLES 23 DE AGOSTO-EL JORNAL). Lo sucedido a Luis Rubiales en la final de la Copa del Mundo femenina en Australia debe llamar a la reflexión a todas las dirigencias del mundo.
En el momento culminante, cuando las miradas debían concentrarse en las jugadoras, el presidente de la Real Federación Española de Fútbol hace un gesto obsceno al tocarse los genitales en el mismo palco en el que le acompañaba la reina Letizia y su hija.
Luego, como si estuviera poseído, le dio el beso prohibido a Jennifer Hermoso y con ello Rubiales cavó su propia tumba, y aunque logre, contra viento y marea, permanecer en el puesto, toda su imagen quedó lastrada en dos segundos fatales de su existencia.
El asunto Rubiales debe ser motivo de análisis, porque muchas veces en este lado del charco suceden situaciones que si se pasan por alto es porque estamos en Tiquicia, pero que bien pudieron ir a la hoguera mediática, que es implacable, de ahí la necesidad de mantener siempre un nivel emocional a la altura de las circunstancias.
Muchos pensarán que en la celebración de un campeonato del mundo es muy difícil mantener un comportamiento ejemplar y se entiende que se pueda alterar el protocolo, pero llevar el agua hasta donde la canalizó Rubiales, raya en la insensatez.
El presidente de la Federación Española, que lo había hecho muy bien desde el punto administrativo, se autoinmoló y ya no hay quien evite su caída en picada.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL