(LUNES 23 DE OCTUBRE-EL JORNAL). La expulsión de Marvin Angulo le dará la vuelta al mundo sin ninguna duda. Es el acto más inverosímil que jamás había visto. La determinación del árbitro Josué Ugalde entrará en los códigos universales de la sinrazón y el sinsentido.
Mucho trabajo tendrá Horacio Elizondo, quien viene a Costa Rica con su varita mágica a recomponer un entuerto de más de medio siglo, pero estoy seguro de que no se esperaba que tras un choque entre un jugador y un árbitro, este optara por castigar al futbolista.
No hay manera humana de clasificar el hecho sin recurrir al humor negro, porque de otra manera sería ser partícipe de semejante embrollo. Creer que Angulo va a buscar al árbitro para golpearlo, es no haber estado en una cancha de fútbol jamás.
El hecho existe, pero lo que no es real es la interpretación que hace el colegiado. Si hubo antes una discusión entre los mismos actores, eso es harina de otro costal.
Por eso, la defensa valiente y oportuna que hizo el entrenador Minor Díaz de su jugador debe escucharse. Los encargados del Comité Disciplinario deben invalidar la roja, de modo que el futbolista pueda disputar el próximo encuentro.
Hemos alcanzado cuotas de irrealidad en nuestro fútbol imposibles de prever. Se nota que los árbitros están a la buena de Dios. Que alguien los ampare, porque lo requieren con urgencia.
La roja a Angulo será la mayor anécdota que este futbolista le podrá contar por los siglos de los siglos a amigos, padres, hijos, nietos, etc., y por más que la repita con el paso del tiempo nadie le creerá que lo expulsaron.
Realismo mágico en estado puro. Por favor, que el último apague la luz.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL