(MIÉRCOLES 09 DE AGOSTO-EL JORNAL). El poder detrás del trono. Aunque debería ser natural que en un camerino mande el entrenador, tal parece que esa práctica en Costa Rica va por otros derroteros y muchas veces son los jugadores los que terminan por imponer las condiciones.
La salida de Luis Marín de Pérez Zeledón y la del propio Paulo César Wanchope, de ese mismo equipo hace dos temporadas, no están lejos de la realida puntualizada.
En una entrevista reciente, Alexandre Guimaraes citaba a Sir Alex Ferguson, quien decía que un entrenador sin poder, no es un entrenador. Nada más cierto.
Lo grave es que ese tipo de situaciones, en las que mandan los jugadores, que pensábamos eran cosa del pasado, hoy han resurgido en el fútbol costarricense y los futbolistas muchas veces ponen condiciones inadmisibles para quien está al frente del banquillo.
La autoridad suprema, en materia de fútbol, es el entrenador. Si a un futbolista no le gusta la posición en que lo ubican o los minutos de que dispone, solo tiene un camino: irse del club.
Sucedió con Rivaldo en el Barcelona de Louis Van Gaal. El pulso lo terminó ganando, como correspondía, el técnico nerlandés.
Lo que sucede es que en nuestra Tiquicia pareciera que vivimos en un tiempo alternativo y único, y cuando vamos al fútbol internacional nos damos cuenta de que la realidad es muy distinta.
No es posible que en el país se despida a un entrenador en la segunda o en la tercera fecha, después de una pretemporada de hasta dos meses. Las voces que surgen del camerino muchas veces condicionan esa realidad.
Cuando en un camerino mandan los jugadores: todo se tuerce.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL