MARTES 06 DE ABRIL, 2021-EL JORNAL). No es romanticismo: es dinero. La palabra clave la pone sobre el tapete Agustín Lleida, gerente de la Liga, al afirmar que después del 3 a 0 de la Preolímpica ante México, el valor de los jugadores manudos tendía a la baja.
La claridad con que Lleida ve el tema es el que debía prevalecer en la Federación Costarricense de Fútbol, donde hay más justificaciones que argumentos sólidos sobre las debacles ocurridas con las selecciones menores y el tortuoso camino que sigue la mayor de cara a las eliminatorias de Catar 2022.
El tema es concreto: es un asunto de caja chica. Si las selecciones están bien dirigidas, juegan bien y generan triunfos, el mercado internacional comenzará a mostrar interés por las figuras de este fútbol, que en el extrajero significa poco o nada.
Ya lo había expresado el gerente deportivo del Sevilla: Ramón Rodríguez Verdejo –Monchi– en una charla con Kristian Mora: para efectos de seguimiento lo que se monitorea es la Concachampions.
En esas circunstancias, entonces, lo que conviene es un nuevo enfoque de modo que las selecciones y los equipos tengan una presencia mejor en las competiciones internacionales así como en los fogueos clase A.
No obstante, en la Fedefutbol siguen hundidos en ese mar de justificaciones. ¿Quién explica con argumentos por qué Douglas Sequeira fue designado para dirigir a la Sub 23? ¿Cómo se escogió a Gustavo Matosas? ¿Qué méritos tenía Rónald González para asumir la selección mayor?
Ahora que casi todo se puede medir, no estaría mal que la Fedefutbol echara mano de las cifras para argumentar mejor sus decisiones, pero me temo que ni siquiera esto tan sencillo hace bien.
Mientras ello sucede, nuestro fútbol sigue la ruta del Titanic y al cabo de las distintas jornadas los barcos de las selecciones menores y de la mayor estarán a 3000 metros en el fondo de las aguas marinas, donde una fauna multicolor seguirá con asombro eses buques hundidos para siempre.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.