(MARTES 14 DE SEPTIEMBRE, 2021-EL JORNAL). Mientras el fútbol de primer mundo busca encontrar en la ciencia atajos para mejorar y ampliar la capacidad de los jugadores, veo con asombro absoluto, que en Costa Rica el Deportivo Saprissa ha sido multado con ¢3 millones por el mal uso de la mascarillas.
He tenido que repasar la noticia para confirmar que el Tribunal Disciplinario de la Federación Costarricense de Fútbol es el que ha tomado dicha decisión y mientras leo la información no puedo dejar de pensar en qué momento se volvieron expertos en el uso de la mascarillas.
Algunas veces me han preguntado sobre la definición de surrealismo y realismo mágico, no desde una visión europea, sino desde la nuestra de latinoamericanos, y siempre he tenido dificultades para responder, porque son dos términos escurridizos, que son esto y lo otro, y que al fin acaban por ser nada.
Creo, sin embargo, que el Tribunal Disciplinario de la Fedefutbol me ha dado la mejor definición que pueda ensayarse sobre el surrealismo y el realismo mágico juntos: ¢3 millones de multa a un equipo por uso indebido de las mascarillas.
¿En qué mejora esto al fútbol? ¿De verdad ponen en riesgo la salud de los rivales? Si es así, no podrían estar ahí, porque entonces, estarían violentando lo esencial de los protocolos. Vaya, vaya, y entonces, cuando un futbolista se le acerca a otro en un tiro de esquina o acude a recuperar a un balón en un barrida, rompe con la distancia que pide el Ministerio de Salud. ¿Sancionamos, señores del Disciplinario, a esos jugadores por dichas acciones?
Hoy la Selección Nacional está a medio paso del abismo y mucho se explica por la mentalidad pueblerina de nuestros dirigentes, incapaces de ver más allá de sus narices.
¿Por qué se vinculan al fútbol si no pueden aportar nada? Y no me vengan con que el protocolo dice esto o aquello, hay un elemento que se llama sentido común, aunque ya sabemos que de tanto atropellarlo se ha convertido en la excepción.
¿De verdad el Disciplinario cuenta con expertos en usos de la mascarilla? Si es así, que dejen el fútbol y hagan carrera en los EBAIS, hospitales, escuelas, colegios, universidades y centros de atención del adulto mayor, y contribuyan con su enorme aporte a evitar contagios por Covid?
Cuando me topo con estas decisiones me quedo perpejo y no puedo dejar de pensar en aquella famosa frase con la que la gran Oriana Fallaci cerró su entrevista con Henry Kissinger, tras haber recibido este en 1973 el Premio Nobel de la Paz: “Pobre Nobel, pobre paz”.
A lo que habrá que añadir, como un consuelo solamente: “Pobre fútbol”. ¿En qué manos está?
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez