(LUNES 18 DE OCTUBRE, 2021-EL JORNAL). No en vano el fútbol nació en Inglaterra. Hoy la Premier League es espejo y luz del fútbol actual. El vértigo, la intensidad, la calidad individual, el riesgo, los giros inesperados hacen del torneo el mejor del mundo y cada juego es un elogio a la fantasía.
El juego Leicester City contra Manchester United, que se resolvió en los últimos ocho minutos de manera magistral por los «Foxes» es una muestra inequívoca de ello.
Todo lo que el balompié ha ido perdiendo paulatinamente, por entrenadores que quieren hacer de sus futbolistas robots, la Premier lo tiene: ese encanto que todavía, pese a la sofisticación de los campos, huele a potrero, a hambre de ser mejores.
Sin importar si juega el primero contra el décimo, o el último contra sexto, en la cancha se olvidan esas diferencias y se abre un espacio para el combate con idas y venidas, que convierten al campeonato inglés en un modelo a seguir, más allá de las distancias económicas, que no son un dato menor.
Chalsea, Liverpool, Westham United, Manchester United, Leicester Citiy, Manchester City, Brentford, Norwich o Wattford, para citar solo a algunos, hoy sale a la cancha con el alma puesta en conseguir goles. Es un festín del fútbol ofensivo esta Premier, a la que también llegan jeques como en el caso más reciente del Newcastle.
El espíritu de la Premier se sobrepone a los millones que manejan sus equipos. Con esos mismos presupuestos los equipos podrían apostar por un fútbol calculador, aburrido y en el que solo cuente el resultado.
En la liga inglesa no solo es válido el resultado, porque las formas son importantes: ¿cómo se ganó?, ¿cómo se perdió? e incluso ¿cómo se empató? son elementos a considerar.
Esa fuerza expansiva del buen fútbol, sin renunciar a esa identidad que significa jugar en largo, que sea un fútbol más físico que técnico, ya alcanza tierras italianas, donde equipos como el Atalanta, el Inter, el Milán y la Juve, han entenido que era necesario soltar amarras, que el buen fútbol también cuenta, y para que haya buen fútbol es necesario que en ciertos tramos de partido el caos esté presente.
El apego a las pizarras es necesario y válido, pero tanto orden llevan a lo previsible y al aburrimiento, y al fin y al cabo hace ya mucho rato que este juego pertenece al mundo del espectáculo.
Hoy que vivimos en tiempos de la globalización, hay que copiar lo bueno, y el campeonato nacional debería de tomar nota: se puede jugar con más atrevimiento, con más afán por la victoria, porque tanto empate no conduce a ningún lugar, excepto al ostracismo y si hubiese pleno de aforo, a estadios con gradas vacías.
La Premier tiene, más que millones, un espíritu de ese fútbol que hoy combina sofistificación con olor a hierba, a potrero, a fantasía.