CIUDAD Y CAMPO
(SAN JOSÉ, 28 DE FEBRERO, 2013).El pasado 27 de febrero el Presidente de Estados Unidos, Barack Obama, develó una escultura en honor a Rosa Parks, esa mujer que un día de 1955 se negó a sentarse en los asientos traseros del bus, como le correspondía por ser negra, y cambió para siempre la desigualdad entre negros y blancos.
A partir de ahí se desató un vendaval de cambios, de protestas, de análisis, de afirmaciones y contraafirmaciones que culminaron, muchos años después, con la impensable noticia de que Estados Unidos había elegido a un presidente negro.
El gesto de Parks en ese bus de Montgomery, Estado de Alabama, se inscribe en la historia como una joya del proceder humano. Un solo gesto, como una sola mirada pudo cambiar para siempre el corazón del amante, bastó para que los norteamericanos reavivaran el debate sobre el racismo, que aún sigue abierto, desde luego.
En “Momentos estelares de la humanidad” Stefan Zweig recoge instantes cumbres que cambiaron para siempre el percibir de lo humano, la esencia del estar vivo, la lucha incesante por encontrar esa epifanía que es capaz de cambiar el decurso de los planetas y las estrellas, mientras en el mundo corren ríos de odio y violencia.
Y el de Rosa Parks fue uno de esos momentos estelares, por eso Obama honra su memoria con una escultura en el capitolio. Lástima que cuando Parks realizó su obra cumbre, ya Wzweig no vagaba por este valle de lágrimas para coronar con su magnífica pluma su gesto inmortal.