Carlos Morales*
(SAN JOSÉ, 17 DE ABRIL, 2014- EL JORNAL). Trato de encontrar en mis recuerdos el por qué la obra de Gabriel García Márquez me dio una visión nueva de la literatura, y tal vez entienda por allí, por qué su éxito inmediato en Latinoamérica, y después en todos los idiomas.
Hay muchos factores concomitantes, la mayoría de ellos analizados por Mario Vargas Llosa en su insuperable Historia de un deicidio, pero ahorita, al calor de la noticia fatal que nos llega desde México, se me ocurre pensar que el Gabo nos abrió un horizonte que no estaba muy claro.
Es la temática y el discurso correspondientes de una latinoamericanidad que llevábamos muy adentro, pero que no estábamos cultivando lo suficiente a pesar de Juan Rulfo, Alejo Carpentier, Asturias y otros precursores. Ni Borges, ni Rivera, ni Gallegos, ni el propio Cortázar que después sería clave en la divulgación, trabajaron otro discurso que no estuviera marcado por el poderoso influjo de las corrientes dominantes.
El imaginario explosivo de la América Nuestra que reseñó Martí con lenguaje de su época, lo logra atrapar el Gabo en un caleidoscopio inigualable que por primera vez estalla con sus propias formas expresivas, en su lenguaje unívoco, inherente, que nos impactó a todos a partir de 1967 con la aparición de Cien años de soledad.
Por supuesto que había muchos antecedentes, desde el Popol Vuh hasta Martín Fierro, pero nunca la explosividad y lo íntimo de un continente, de una raza, habían sido trasplantados a la literatura de modo tan convincente, artístico y bello como lo logra ese libro.
Recuerdo que por los sesentas, en las revistas literarias (que eran muchas y muy buenas), el paradigma nunca provenía de lo nuestro. Como los colonizadores de diferente signo nos habían enseñado a ver para fuera, lo imperativo, lo emblemático, era lo foráneo: los sueños de Estados Unidos o Europa.
En esas revistas destacaban tres corrientes clásicas: la poesía dramática anglosajona, emanada de Shakespeare y renovada en los Estados Unidos por Faulkner, Miller, Hemingway o Mailer; la literatura centroeuropea de otras lenguas: Flaubert, Kafka, Goethe, Mann y, naturalmente el siglo de oro español con su secuela novelística y poética (Lope, Valle Inclán, Unamuno, García Lorca, etc.).
Pero cuando revienta en Editorial Sudamericana Cien años de soledad, hubo como una fiesta, como un rompimiento, y en medio de la locura de librerías que desató, empezamos todos a darnos cuenta de que Gabo nos enseñaba a mirar para adentro, a mirarnos al espejo, a ver nuestra palabra, nuestra desgracia, nuestra magia.
Fue el primero que lo consiguió con perfección absoluta (forma y fondo) y por eso estalló como un boom, el boom de la literatura.
Gracias, maestro.
Jueves Santo, abril 17, 2014.
4:20 p.m.
*Escritor. Premio Nacional de Literatura 2008.