(MIÉRCOLES 25 DE SEPTIEMBRE, 2024-EL JORNAL). Es un tema que ha pasado de puntillas por el espectro mediático. Nadie parece haaberse percatado de que a los jugadores en Costa Rica y en la mayoría de las ligas profesionales del mundo se les está aplicando la ley mordaza.
Es una situación grave, gravísima, pero, insisto, ha pasado de largo. ¿Qué es eso de que un jugador no puede dirigir al árbitro central? ¿Cómo de la noche a la mañana, después de siglo y medio de fútbol, de pronto, los futbolistas tienen que enmudecer en el campo? ¿Qué hay realmente detrás de esta medida? Y finalmente, ¿por qué los protagonistas callan?
La ley mordaza que están aplicando a los jugadores, que en Costa Rica se ha hecho extensiva, ya no solo en el campo, sino también fuera de él y que alcanza a directivos y entrenadores, es de sumo peligro. Es un ‘fascismo disimulado’ en un sistema que dice «yo tengo la razón plena, y hay de aquel que ose contradecirme», o siquiera manifestar alguna idea que se salga del molde.
¿Cómo es que mis colegas no se han dado cuenta de semejante atropello y los serios problemas que acarrea arrancarle, no ya a un jugador, un directivo o un entrenador, su derecho, consagrado por la Constitución Política, a expresarse?
En este mundo orwelliano, donde estamos vigilados las 24 horas, y como ya pasa en los campos de juego, aplicar el silencio obligado a los futbolistas, cuerpos técnicos y directivos, es un asunto que merece una honda reflexión, porque ya sabemos que el poder absoluto corrompe, al tiempo que distorsiona la realidad.
La ley mordaza en el fútbol de Costa Rica no puede pasar de puntillas, sin que haya voces de jugadores, exjugadores, exentrenadores, entrenadores, periodistas y analistas que rompan filas en su contra. Callar o morir, he ahí el dilema.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL
