ENTRE PARÉNTESIS
(SAN JOSÉ, JUEVES 12 DE JUNIO, 2014-EL JORNAL). Mientras en países como Siria o Palestina sus pobladores hacen milagros para sobrevivir en medio de las balas y los asaltos militares, el mundo se apresta a vivir el Mundial de Brasil, fiesta pagana que hace del fútbol un espectáculo deportivo y cultural que va más allá de un balón o un gol.
El hombre, acostumbrado a los rituales desde tiempos inmemoriales, abre con el Mundial una ventana a la esperanza, al sueño, a la ilusión, y por momentos esa angustia de la humanidad doliente, cuyas cifras nos dicen que más de 1.000 millones de personas viven con apenas un dólar a diario, queda suspendida, mientras los Messi, Neymar, Ronaldo, Ramos, Kasillas, Sánchez y Pirlo, entre otros, ajustan sus malabarismos para crear la magia que solo una Copa del Mundo es capaz de despertar en las conciencias y los corazones de los aficionados.
Rueda el balón durante un mes y la emoción de vivir un acontecimiento de una magnitud colosal, con la televisión como gran protagonista, desde que en 1970 se transmitiera el primer Mundial a color, hacen que la Copa Mundial rebase fronteras y atraiga incluso a aquellos que en tiempos normales no observan el fútbol.
Un Mundial, como diría el magnífico escritor Stefan Zweiwg– quien por cierto decepcionado del género humano se suicidó junto a su esposa en un hotel de Teresópolis, en Brasil, en 1943– es “un momento estelar de la humanidad”, y el palpitar de ese balón errante, durante los próximos 30 días, así lo certificará.
*El autor es director de EL JORNAL y Máster en Literatura.
