SER Y CRECER
Blanca Iris Marín
(MIÉRCOLES 04 DE NOVIEMBRE, 2020-EL JORNAL). El término soledad asusta a muchos. ¿Por qué nos anida un miedo o pánico al pensar en la soledad?
Desde que nacemos estamos en compañía sea de nuestra madre de nuestro padre, hermanos y amigos, quienes nos brindan afecto. Esto va creando vínculos afectivos en nuestras vidas y es así como van surgiendo relaciones de dependencia que nos llevan a pensamientos y creencias como: solo podré ser feliz con alguien, no podré solo con mis responsabilidades, no valgo lo suficiente.
Esos quebrantos hacen que muchas personas busquen estímulos para evadir estar solos y se sumergen en el bullicio evitando estar consigo mismo.
Parte de esos estímulos buscados van de la mano de la presión social que demanda tener pareja, un matrimonio, tener hijos con la consecuencia muchas veces de caer en una convivencia con personas tóxicas. Mucho se escucha en las relaciones de pareja o de tipo familiar, de agresores y agredidos, manipuladores y manipulados, con el peligro de convertirse en esclavos, todo por el terror a estar solos.
La soledad buscada o elegida hace que la persona crezca, la enriquece mucho, son espacios muy sanos para meditar, para encontrarse a sí mismo.
La otra soledad no elegida, es la que ocurre por circunstancias en la vida de cada quien, produce ese sentimiento de soledad, acompañado de angustia, miedo, dolor y en vez de enriquecer empobrece al individuo.
Es vital desechar creencias como las mencionadas y aprender a estar solos consigo mismo para la estabilidad emocional, para estar bien y crecer espiritualmente.
Me despido con el pensamiento: “De la soledad puedes extraer tus mayores virtudes” .
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