(SAN JOSÉ, COSTA RICA, JUEVES 03 DE SEPTIEMBRE-2020-EL JORNAL). Lo más difícil del mundo es cambiar la mentalidad. No importa el área en que se esté. Los especialistas hablan de que las ‘creencias’ son los condicionantes más poderosos. Son más fuertes que las cadenas con que ataron injustamente a los esclavos por siglos.
Hay refranes que ayudan a entender esto de las creencias, uno de los más destructivos es este: ‘El que nació para maceta, del corredor no pasa’. Nada más que decir. El último que apague la luz.
Así que el tema no es baladí. Ni se puede pasar por él de puntillas. Es un asunto muy serio esto de la mentalidad, entendida como la forma en que asumimos nuestra visión de mundo.
En el fútbol predomina muchas veces la mentalidad de equipo pequeño, que no es lo miso que ser un equipo pequeño. Hay que saber distinguir los momentos. Un equipo pequeño puede tener una mentalidad de equipo grande y viceversa.
También suele darse la coincidencia de que el equipo es pequeño porque su mentalidad no le permite ver más allá de su propia nariz. Lo dicho hasta ahora parece un rompecabezas, pero es que la dimensión de lo abordado así lo exige.
Todo ello viene a la palestra porque Santos y Pérez Zeledón, en la jornada 4 del Apertura, fueron la expresión inequívoca de equipos pequeños ejerciendo como tales.
Los de Guápiles tuvieron a tiro a la Liga. Después de 70 excelentes minutos en el Morera Soto se vinieron abajo. Cierto que fue en el instante en que toda la gasolina se le acabó a Osvaldo Rodríguez, pero se notó entonces que el técnico no previó esa situación que ya se había dado en juegos ante Guadalupe y Grecia.
Y cuando pudo liquidar el partido con Starling Matarrita, Santos dejó resurcir a Alajuelense y luego vino un guion harto conocido: los manudos empataron y más tarde aprovecharon un descuido en la zaga y terminaron perdiendo 2 a 1.
Algo similar le ocurrió a Pérez Zeledón ante Herediano, anoche en el estadio Jorge Hernán Cuty Monge de Desamparados. Cuando mejor jugaba el equipo de Johnny Chaves dieron todas las facilidades del mundo y McDonald aprovechó un rebote para decretar la ventaja.
¿Me pregunta, estimado lector, que si a ambos clubes les faltó ambición? Desde luego. Jugaron con mentalidad de equipo pequeño, porque conocían que las circunstancias les eran favorables y no sacaron partida.
Tras observar los citados dos juegos me recordé aquellos tiempos cuando Carmelita, San Ramón, Santa Bárba, Belén, y Limón, que lo único que se desconocía era el marcador por el que perderían frente a Alajuelense, Saprissa y Herediano.
“Hay que apuntar al cielo para derribar al águila”, solía aconsejar Nicolás Maquiavelo.
Cambiar de mentalidad para mejorar es un desafío diario. Hoy se avanza un trecho y mañana se retroceden dos. La clave está en la visión de los japoneses: la perseverancia es más importante que el talento.
Guadalupe, Pérez Zeledón, Grecia, Santos, Jicaral, Limón, Sporting y San Carlos tienen en el Apertura la posibilidad de demostrar que dejan atrás su mentalidad de equipo pequeño para remontar el vuelo y ver así, desde la altura, el imponente paisaje que estaba a sus pies.
*El autor es periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.