Rescatamos esta entrevista que el periodista José Eduardo Mora le realizó a Luis Eduardo Aute en junio de 2014, la última vez que estuvo en Costa Rica.
Sencillo, directo, amable y, sobre todo, claro en sus ideas y miradas del mundo, Luis Eduardo Aute va dibujando en esta entrevista una cartografía personal en la que hurga en las raíces griegas de la curiosidad, que lo ha llevado a la creación desde que era un niño que miraba el mar, el mar ancho e infinito de una Filipinas que olía a bombardeos y muerte.
Sin temores ni restricciones, este poeta, cantautor, cineasta y pintor hace un recorrido por temas como la niñez y su inocencia, España y la monarquía, Cuba y su lucha, la independencia de Cataluña, los monstruos de la tecnología y América Latina.
El pasado 25 de junio, Aute dio un concierto en el Teatro Melico Salazar, en el que con su inconfundible estilo fue desgranando uno a uno nuevos y viejos temas, unidos por el hilo invisible de ese afán insaciable por contar la vida.
¿Es la curiosidad el punto de partida en su creación musical, pictórica y en el cine?
− La curiosidad es lo que mueve todo, es a partir de la curiosidad que se explora el mundo. Sin curiosidad no hay nada. Trato de explorar el mundo y contarlo por distintos medios de expresión; si, bien, en mi caso lo hago por la música, el cine y la pintura. La curiosidad es la base de todo lo que se quiere contar y siempre el ser humano quiere contar.
En relación con su más reciente trabajo discográfico El niño que miraba el mar, quisiera saber si sobrevive el niño mientras se va andando la vida.
− Bueno, depende de los casos. Hay algunos que intentan guardar ese niño hasta donde puedan y hay otros que intentan matarlo lo antes posible porque es muy difícil andar por la vida con la mirada inocente de la infancia. La vida nos enseña a ser perversos y a ser mala gente para poder sobrevivir, y el niño ese tiene pocas opciones de transcurrir por la vida.
¿Y en su caso?
− Creo en general que estos que llamamos artistas y que hacemos música, cine, imágenes, pintamos, escribimos poesía o novela somos personas que no queremos crecer. Los artistas son niños que se niegan a crecer y quieren seguir jugando, y juegan con las palabras, con los colores y los sonidos. Además de seguir en ese juego, quieren ver si a partir de la curiosidad se descubren perspectivas nuevas.
Siguiendo justamente con la curiosidad y en el entendido de que a usted los géneros (cine, poesía, música) no le desvelan mucho, ¿ha pensado aventurarse a escribir una novela, para seguir con esa idea de contar que es lo que persigue?
− No, no, no, ahí no me he atrevido, porque me parece muy difícil escribir una novela. Soy más de expresiones inmediatas. Para escribir una novela hay que hacer una narración con una serie de personajes, con un argumento, en donde esos personajes se muevan y hay que mantener un tono. A mí me cuesta mucho escribir una carta, con la prosa me llevo mal y con la novela ya ni te cuento.
Se sabe que lo une una gran amistad con Silvio Rodríguez y que aprecia a Cuba como país. En ese sentido, ¿cómo ve la Cuba de hoy y qué futuro le espera?
− Bueno, está en marcha, llena de actividad con proyectos cada vez más amplios de participación; es una economía que está creciendo, al revés de lo que está pasando con economías en Occidente que están en crisis. Creo que Cuba está pasando por un proceso muy interesante y que va a dar muy buenos resultados.
Decía en una entrevista, hace un tiempo, que América Latina era el subcontinente de la esperanza. ¿Sigue pensando eso todavía?
− Sí, no hay de otra. No hay más que echar una mirada al resto del mundo y ver que no hay por dónde agarrarlo, está todo derrumbándose, y aquí en América ocurre lo contrario, hay un proyecto de unir territorios y de unir voluntades, de formar una unión latinoamericana; además, es un continente gigantesco. Todas las materias primas están aquí, todo lo que no hay en Occidente está aquí. Tiene un patrimonio histórico increíble, con culturas precolombinas muy importantes, mezcladas con las culturas occidentales y europeas, con una lengua común, que es muy importante; es decir, no hay un territorio en todo el mundo con todos esos elementos y, además, con ese gran patrimonio de tener una lengua común.
Esa lengua común ¿es la única herencia que legó la conquista española?
− Bueno, algo bueno les dejamos, ¿no? (risas).
El tiempo parece ser una constante en su creación, ¿tiene conciencia de ello o simplemente sucede?
− Según me voy haciendo mayor, tengo más conciencia del tiempo. Cuando era niño, el tiempo era muy largo, las cosas eran eternas; ahora ocurre todo lo contrario: un día dura nada, y todo fue hace un rato, y hay una mayor conciencia del paso del tiempo, y no solo del paso del tiempo, sino de su fugacidad.
A lo lejos, también, da la impresión de que es un hombre sin prisas, y que eso se refleja en sus canciones y en sus creaciones en general.
− Sí, no he sido nunca un hombre con grandes prisas, pero, bueno, en todo caso lo que no hay son pausas.
Llama la atención que algunos jóvenes lo siguen con fervor y fidelidad. ¿Tiene idea del por qué se da esta situación con esos jóvenes que sí parecen andar con mucha prisa, pero que lo escuchan con mucha atención?
− Hay de todo. Hay gente joven que tiene curiosidad por otras cosas que no es la mera tecnología. Ahora la gran adicción de todo el mundo es la tecnología y sobre todo de la gente más joven; es bueno servirse de la tecnología, siempre que la tecnología sea útil, pero me temo que lo que está ocurriendo es que estamos empezando a ser esclavos de los aparatos, de la tecnología en términos generales. Y aquí hay dos vertientes: si la tecnología solo sirve para recabar datos y tener información, vamos mal; si la tecnología sirve para viajar hacia lo interior, recabar datos y obtener conocimiento, ahí estamos en el buen camino, pero yo dudo de que la dinámica sea la búsqueda del conocimiento. Estamos más bien en la etapa de atiborrarnos de información.
En otro tema, ¿España debe seguir siendo monárquica?
− Bueno, ha habido una monarquía parlamentaria, sin duda, con un sistema democrático y ahora se plantea la posibilidad de una república, porque una monarquía no es racional ni tampoco tiene mucho sentido que sea por herencia genética. El mantener el poder no tiene mucho sentido, aunque la monarquía en España no tiene ningún poder, es simplemente una imagen representativa, es como un embajador o un árbitro. Y se está planteando la opción para ver si la gente quiere una república o una monarquía.
¿Le ve alguna posibilidad al movimiento de independencia en Cataluña?
− Se está planteando un referendo también para saber qué opinión tienen los catalanes, si quieren independizarse o seguir en España. Creo que consultar a la gente qué es lo que quiere hacer con su territorio, su cultura y sus potencialidades es lícito, pero hay un conflicto entre si referéndum sí o referéndum no. Creo que antes o después esa consulta se va a hacer. Personalmente, no quiero la independencia de Cataluña. Tengo familia catalana y he vivido muchos años en Cataluña, sería como si me arrancaran un brazo.
Déjenos una idea de su película El niño y el basilisco, basada en dibujos hechos por usted, para aquellos que aún no la han visto.
− Es un poco complicado, porque no se puede contar. No sabría cómo. Son dibujos hechos a lápiz, animados de una manera muy primitiva, como lo hacían los prehistóricos, y, bueno, es una fábula a partir de la imagen de la portada del disco (El niño que miraba el mar). La portada soy yo sentado de pequeño en el malecón de Manila, la ciudad donde nací en Filipinas (1943), y otra fotografía que me hizo mi hija hace cuatro años sentado mirando al mar en el malecón de La Habana.