(LUNES 18 DE ENERO, 2021-EL JORNAL). Goleadores los hay de todos los tipos y estilos. Muchas veces tienen una técnica exquisita y en otras son verdaderamente torpes con el balón, pero están en el lugar justo para estirar la pierna y conseguir la anotación.
Son una especie en extinción, ahora que la táctica quiere ahogar el fútbol. Es un error como una catedral, pero en medio mundo se empeñan en hacer ver que las pizarras son más poderosas que las inteligencias.
Los goleadores tienen ese olfato propio de los cazadores. A veces son fantasmales, pero tienen una puntualidad de ejecutivo de alta empresa, porque en el momento preciso levantan la mano para marcar la diferencia.
En el juego San Carlos-Herediano, Álvaro Saborío lo volvió a hacer y sus dos tantos le dieron la victoria a su equipo. No necesita tener una exagerada participación en el partido para ser crucial. El delantero se sabe muy bien los códigos del área y a sus 38 años mantiene una vigencia sorprendente.
Las cosas del fútbol, como se dice en el argot popular, y saber que Saborío salió una noche abucheado y ofendido por los seguidores del Saprissa, lo que lo llevó al retiro.
En un país con escasos anotadores natos, todavía le quedan yardas por recorrer en nuestro fútbol.
Los entrenadores de Costa Rica deberían de preocuparse por salir a los campos, las playas y las zonas más alejadas del territorio nacional para descubrir al próximo Saborío, al Errol Daniels de nuestro tiempo. A ese Juan Ulloa que estará esperando algún rincón. O a ese Gugui Ulate que sabe cuándo barrarse, cuándo cerrar esa jugada. O a ese Javier Astúa que antes de extraviarse en la bruma brilló como anotador. Son muchos los nombres en la historia del balompié nacional que tuvieron esa virtud del gol, pero cada vez aparecen menos, aunque están ahí agazapados en espera de un descubridor.
Es hora de ir a tocar a su puerta y crearles las condiciones para que Saborío no siga siendo una excepción.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.