(MIÉRCOLES 26 DE MARZO, 2025-EL JORNAL). El partido Costa Rica-Belice no resiste ningún análisis. Hacer un análisis es falsear la realidad. No se pueden comparar papas con chayotes, porque vienen de plantas distintas y tienen distintas conformaciones. Hacerlo sería tan antinatural como ponderar una rosa de plástico por encima de aquella que luce esplendorosa en el jardín.
Una serie que termina 13 a 1 y que pudo finalizar 20-0, en estos días es inadmisible. Hay otras maneras de promover el fútbol, como generar fondos para fortalecer las ligas menores en Belice. Lo otro, lo que vimos ayer en el Estadio Nacional y anteriormente en Belmopán es un cuento chino. ¿Quién se lo cree?
Ya al minuto uno, Costa Rica ganaba 1-0. Ahí se acabó el partido. Un aplauso a la generosa afición que asistió a observar el juego. Un gran esfuerzo para un encuentro que desde su esencia estaba trucado, es decir, ahí no había posibilidad de competir, por las diferencias abismales entre los equipos.
Hoy, el organismo más político del mundo es la FIFA. Y la CONCACAF es una extensión de esta. Es, de verdad, una vergüenza, hacernos creer que esto es un espectáculo. Es como poner a competir un Willys de 1950 con Mercdes Benz de la Fórmula Uno.
Imposible, imposible, imposible analizar el rendimiento de un equipo cuando enfrente tenés a un «No rival». Me niego a caer en esa trampa. Los señores de pantalón largo se están cargando al fútbol. Hace siete años fue con el estreno del VAR en el Mundial de Rusia. Hoy es con emparejar a selecciones amateurs contra equipos profesionales, que disponen de todas las condiciones.
Es un chiste de mal gusto. Poco seria la CONCACAF con vender gato por liebre. A mí, insisto, me da vergüenza ajena.
