(LUNES 06 DE MAYO-2024-EL JORNAL). Se ha montado un revuelo innecesario en torno a las pizzas que el pasado sábado compartió Alexandre Guimaraes con la prensa, en un gesto que no se esperaba nadie.
Como es característico en el entrenador, hoy de Alajuelense, siempre actúa de manera estratégica y no es gratuito que lo haya hecho en un clima de crispación del fútbol nacional, luego de que un señor que es todo en el fútbol costarricense, le haya proferido una serie de insultos a uno de sus jugadores en un partido anterior al disputado contra Sporting.
Bajar tensiones, quitarle hierro a la seriedad con que a veces se asume el fútbol y bajarlo a tierra, como cuando iban las familias a los partidos para disfrutar de un domingo diferente, es una salida extraordinaria del técnico Mundialista, que no necesita sobornar a nadie con una pizza, porque su riqueza de pensamiento no se lo permite.
El proceder de Guimaraes me recuerda a Valdeir Badú Viera, quien hiciera famosa a las sandías que daba a sus jugadores y si un periodista andaba cerca también participaba del reparto de fruta.
Badú representa una época de oro en Alajuelense y en el fútbol nacional. Llegó como un desconocido y cuando se fue del país, porque de manera injusta, irresponsable y poco inteligente lo despidieron de la Selección Nacional, el país entero sufrió su partida.
En su época, 95-97, el fútbol costarricense experimentó un mejor nivel en la cancha y fuera de ella, a donde llegara la Liga era una fiesta, incluso los aficionados contrarios querían una foto con el brasileño.
Y todo lo hizo con una inteligencia suprema, con su loro, con su sandía y con doña Ericka como escudera de una forma distinta de abordar tanta seriedad hipócrita y tonta en el balompié.
Una vez, cuando ganó un clásico, dio la mejor respuesta que pueda imaginarse cuando se le preguntó por el resultado: dijo que estaba muy contento por Alajuelense, pero que «infelizmente la otra mitad del país estaba triste» y faltó poco para que se le salieran las lágrimas.
El gesto de Guimaraes con las pizzas evoca al gran Badú. Ojalá el resto de entrenadores asumieran que los periodistas ni somos enemigos ni nos vendemos por un colón o un millón de dólares y empiecen a quitarle hierro a eso de que solo ellos saben de fútbol y de que siempre hay que estar en confrontación.
Con la tensión oportuna y el profesionalismo necesario, el que un técnico reparta unas pizzas, como lo hizo Guimaraes el sábado, merece un aplauso y de paso recuerda al gran Badú y a su legado.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL