(San José, 13 de agosto, 2012). ¿Cómo explican los dirigentes políticos y deportivos de Costa Rica que, naciones como las islas de Granada y Jamaica finalizaran en los Juegos de Londres por encima de Tiquicia? ¿O que países despojados de sus propios recursos financieros, como Corea del Norte e Irán, quedaron arriba e el medallero que importantes democracias occidentales?
Por declaraciones dadas al diario La Nación del presidente del Comité Olímpico Nacional (CON), Henry Nuñez – edición dominical del 12 de agosto de 2012-, cualquiera deduce que el problema de nuestro rendimiento olímpico es un asunto de dinero y de esperar luego resultados. Se han realizado importantes inversiones que según él, darán fruto ¡Sí y no!, diría alguien que conoce, o al menos tiene una ligera noción, de organización social y política. Sí es cierto que sin cacao no hay chocolate. Pero en materia deportiva no todo es dinero; debe existir antes un proyecto de país en materia deportiva. Costa Rica no la tiene ni la ha tenido. Pero según Nuñez, ya el país invirtió en los atletas olímpicos cerca de $1millón. Solo que en esta oportunidad, Leonardo Chacón, nuestro gran triatlonista en Londres, regaló a la prensa deportiva excelentes títulos: “De la competencia al hospital”; ¡Qué valentía la de Chacón!. ¡Pundonor de Chacón pudo más!. Así resumieron unos y otros el chasco sufrido por este guanacasteco, que sufrió un lamentable accidente durante la competencia.. Y cuando nuestro máximo exponente del judo olímpico, Osman Murillo, sucumbió ante su similar egipcio, Hussein Hafiz, la prensa deportiva obtuvo títulos que nos retratan la crisis de identidad que vivimos como nación: “Nos ganó en el último segundo”, informó un medio televisivo para decirnos que el tico merecía otro destino. Es decir, hubo un casi, casi, que ya es algo.
AUTOENGAÑO O MIEDO
Independientemente de que los periodistas deportivos carezcan de metodología para analizar el problema del deporte costarricense, en particular, o las distintas disciplinas en general, desde una visión social y política integradora, lo cierto es que como viene planteado el asunto evita a todos ellos enfrentamientos con las autoridades de turno, aunque los resultados obtenidos en Londres invita a coger el toro por los cuernos. Si el problema del rendimiento de nuestros atletas solo fuera asunto de dinero, México, una de las naciones latinoamericanas que más invierte en infraestructura deportiva, no sería el número 39 en los Olímpicos, superado por Colombia. Cierto que México logró en Londres su mejor actuación fuera de casa en la historia, superando con una medalla las seis conseguidas en Sidney 2000, pero siempre quedó muy distante de Cuba (5 oros), que sigue siendo el mejor clasificado latinoamericano, Jamaica (4 oros) y Brasil (3 oros ).
Enfrentar el dilema en cuanto a que nuestro deporte en general está en función de estructuras personalizadas y altamente condicionadas políticamente, cuyo control es difuso y casi imperceptible, causa temor entre los analistas, porque profundizar en él llevaría a replantearnos lo que hemos hecho, cómo lo hemos hecho y sí el camino que transitamos es el correcto.
Actualmente es cuando extendemos dentro de nuestra sociedad el silogismo más pronunciado por estos días: falta dinero. Luego de aceptado socialmente este sofisma, dirigentes, prensa y empíricos, pasan a otros menos serios como que el “biotipo” caribeño facilita las cosas a Jamaica, Granada y Cuba; que como” Costa Rica no usa el deporte como propaganda política”; que “los deportistas en nuestro país, a Dios gracias no se les obliga a practicar esta o aquella disciplina”, etc.
Una mirada a lo ocurrido con el recién construido Estado Nacional, arroja un poco de luz en este embrollo que se llama deporte nacional.
La construcción del Estadio Nacional por el gobierno de la República Popular China lo evidenció como nunca. La crisis por su administración no se produjo por el cronograma confeccionado por las autoridades deportivas para el uso de los infantiles y juveniles provenientes de escuelas y colegios de su moderna pista de velocidad, sino por la manera como administraron unos negocios del alquiler del inmueble y unas entradas de cortesía.
Otro de los problemas surgidos con el Estadio Nacional no tuvo su origen en alguna crisis ocasionada porque selecciones regionales de fútbol, atletismo, boxeo, gimnasia etc., quisieran que las incluyeran en el uso de la obra, sino por quién y cuál consorcio bancario controlaría la administración de la obra mediante un millonario fideicomiso.
Igualmente sucede con el tenis, la natación, el judo, el boxeo, etc. Material humano existe en los barrios, en todas las regiones de la nación. No hay una sola provincia, cantón o distrito, que no añore una medalla, un reconocimiento, una victoria, pero ninguna de ella la produce la improvisación; sino por el contrario, ellas son el resultado de una variable con dos componentes: “perseverancia”. Esta a la vez está compuesta de “organización”, que empieza a vincular al deportista con lo grandes retos, y “humildad”, que va diciendo al deportista cómo revertir sus debilidades en fortalezas.
Es una versión mejorada de la vida en sociedad. Sin intromisiones, claro está, que no sean las derrotas de sus propias marcas y la certeza de que sus esfuerzos serán reconocidos por el Estado y nunca aprovechados por él para llevar agua a sus molinos. Así, la saturación de nuestras escuelas y colegios públicos, lejos de verse como un problema demográfico y de deserción de jóvenes, tendría otro semblante si en cada uno de estos centros hubiere un profesor de educación física responsable de aprovechar al máximo las instalaciones con que todos los costarricenses dotaron a importantes cantones, en ocasión de los juegos nacionales.
Hay piscinas en cantones de San José, Cartago, Puntarenas, Alajuela, Heredia, Guanacaste, pero no existe al día de hoy un programa de estímulo a la natación en escuelas y colegios públicos de esos lugares, muchos de los cuales ni siquiera cuentan con un educador físico, menos con un cronograma para formar gimnastas, atletas de fondo y semifondo, nadadores en la media y larga distancia, boxeadores en peso pesado y semipesado, tan escasos hoy estos últimos. Sin embargo, lo anterior no quiere decir que desconozcamos los esfuerzos del Estado por dotar de algún contenido económico a nuestro deporte; lo que digo es que un alto porcentaje son para mantener con vida la actividad, justificar la presencia de este o aquel burócrata en el puesto, pero no para desarrollar atletas; no para hacerlos perseverar.
Me temo que ello no es prioridad porque no son exportables y el “costo”- “beneficio” no es aconsejado por la mercadotecnia. Y alguien puede salir rebatiendo que en el campo olímpico se ha trabajado, que para ir al mundial de fútbol nuestra Federación ha trabajado como nunca, que para los juegos centroamericanos se trabaja sin precedentes, y eso lo creo. Solo que los resultados siempre contrastan con las realidades.
Y en caso de que una figura descolle nadie da seguimiento. ¿Cuántos de los atletas de Juegos Nacionales forman parte del deporte olímpico? Precisamente el triunfo de Estados Unidos en las olimpiadas – cada vez más acosado por China- radica en la perseverancia: Sus jóvenes salen con algunas destrezas deportivas del sistema educativo preuniversitario y las universidades prosiguen con su cronograma de habilidades, hasta llevarlos a posiciones de reconocimiento, como parte de la profesión escogida para su vida. Este proceso es el mismo que dio enorme triunfos a la antigua Unión Soviética, cuyos deportistas venían desde instancias menores, independientemente de que se viera el deporte como “competición”, “alto rendimiento”, “deporte de masas” o “ recreativo”. El deporte, como actividad humana y social no es solo dinero, reclama de otros componentes que a veces se nos esconden como ciudadanos.
Periodista, abogado y notario UCR.