(MIÉRCOLES 27 DE MARZO-2024-EL JORNAL). Frente a Argentina quedó claro que hay dos ‘Costa Ricas’: la que juega en el entorno local y la que juega en el entorno internacional.
Hablo de la inteligencia del juego. No de ritmos, ni de intensidades. Ese es un cuento de otro calibre.
El caso más claro es el de Manfred Ugalde, quien a sus 21 años ya es un cazador curtido, que sabe cuándo esperar, cuándo acelerar, cuándo volverse invisible para de esas maneras confundir al adversario.
El Ugalde al que Wálter Centeno le abrió las puertas de par en par en Saprissa ya no existe. Ahora podemos observar a un jugador que se sabe el ABC como si llevara 10 o 15 temporadas al más alto nivel.
Es la ventaja de ascender temprano en la Primera División de Costa Rica, para luego dar el salto a Europa, también de manera temprana.
Su fútbol está en otro nivel. Es como un reloj suizo con uno comprado en un mercado persa y hecho en China.
Frente a los argentinos, Ugalde hizo sufrir a los centrales Romero y Otamendi, quienes no podían creer que ese jovencito, con cara de yo no fui, a la hora de pelear cada balón lo hiciera como si tuviera la fortaleza física de un Robert Lewandowski.
Es lo que da el oficio y Ugalde tiene la gran ventaja de haber acelerado su aprendizaje. Algo similar sucede ya con Álvaro Zamora, que ya desde que estaba en Saprissa daba muestras de entender el fútbol. No todos lo entienden, aunque sean futbolistas y estén en el campo, y aquí parafraseo al pasar a Menotti, Valdano y Cappa.
La brecha por salvar entre Ugalde y el resto de compañeros es considerable y quedó claro ante Argentina que hay que estar en el primer nivel, porque de lo contrario, no existe forma real de competir en el primer mundo del fútbol.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL