ALGO MÁS QUE PALABRAS
(6 de agosto, 2012). Un día y otro día, y el siguiente, más de lo mismo. Voy pasando el verano como la vida misma nos narra. Hace un calor tremendo en el ambiente. Transito por la costa del fuego, ayer del sol, mañana esperemos que de la luna. Somos como insectos al borde del mar. Los tiempos de la desconfianza nos impiden cualquier diálogo. Nadie suele conversar con desconocidos; los ignoramos, nos ignoran. Todo se mueve alrededor de soledad, con multitud de sombrillas tejiendo abecedarios que estremecen las sufridas aguas que nos circundan. De vez en cuando una ola nos despierta una voz en la garganta. Y me doy cuenta de que no soy más que un cuerpo que flota, que nos maneja el viento a su antojo, que vamos siempre de viaje de un lugar a otro, bajo la mentirosa vida de verdades.
A pesar de que estoy de vacaciones sigo atado a mi vivir, desasistido por los que me rodean, tragándome la crisis inventada por los poderosos y que pagamos los pobres, es como una guerra que te va dejando sin fuerzas poco a poco, hasta sentirte inútil. Me doy cuenta de que como yo, muchos de mis convecinos de las sombrillas de paja, duermen también con el llanto del alma como almohada. No pueden más. Somos prisioneros del dinero o del poder. Nos hemos entregado a esos palacios dominadores sin reservas y nos han desnudado los valores del espíritu. Aquí, por estas playas ensortijadas de rascacielos, no es posible descanso alguno, al menos que hagamos una revolución mística y nos adormezca el verso.
Bajo las sombrillas de paja todo se vuelve nadie, aunque nos demos codazos con los cuerpos en este mundo visible. Veo que a todos nos hace falta adentrarnos en la vida con una visión interior de los acontecimientos. Pienso que estamos habitados por el vacío y cómo poblar este vacío es mi pregunta. Desde luego, entender las realidades de hoy es básico para proyectar el mañana. No podemos seguir moviéndonos en el terreno de las desigualdades, de las indiferencias y de la discriminación. Estamos llamados a entendernos aunque nos miremos con los ojos de la desgana. Esta vida no se entiende sin la dependencia de unos y de otros. Por eso, los que nos cobijamos en estos descoloridos parasoles junto al mar, con deseos de descanso, a veces olvidamos nuestro propio fundamento social y la fidelidad a nuestra propia naturaleza humana.
Advierto, asimismo, que aún no hemos desarrollado el respeto mutuo dentro de un espíritu de sinceridad. La mayoría de las ocasiones somos la voz, la voz adversaria, la voz enemiga, la voz que nos repele, la voz que todo lo destruye por dinero. Sin embargo, seguimos sordos a tantas voces poéticas que nos llegan por el aire, a la voz del verso de cada día, que hoy tantos deseos tengo de proclamarla nítidamente, a la espera de que alguien conteste con la voz interior de los poetas. Todo es posible en vacaciones. En las aventuras poéticas de Salinas, se dijo: “si unos ojos se te niegan/ cuando les das tu mirada,/ tú no dejes de mirarlos,/ espera./ También se marcha la luz,/ y aguardan las infinitas /miradas de las estrellas,/ toda la noche, a que vuelva”.
También este verano he tomado la montaña como refugio. No necesito euros en los bolsillos. Duermo en las habitaciones de la naturaleza. Vivo rodeado de animales a los que tengo como buenos amigos, no hacen preguntas y tampoco critican, se dejan querer y contribuyen a que cultive la poesía a todas horas. Pienso que he encontrado un buen equilibrio tanto conmigo mismo, como con los demás y con el ambiente. Esta íntima armonía es lo que verdaderamente me regenera el alma, proporcionándome un bienestar que realmente me tranquiliza. Está visto que la multitud no es buen sitio para el recogimiento, la meditación o para dejarse impregnar por la calma. Cada uno de nosotros, no cabe duda, necesita tiempos y espacios para evadirse. Digerir los sueños y dirigirlos me imprime serenidad. Por tanto, las vacaciones, sean donde fueren, deberían servir no solamente para el descanso corporal, sino también para un descanso más espiritual que físico, en un mundo de tantas vueltas y revueltas a ninguna parte.
En cualquier caso, no importa montaña o mar. El descanso ciertamente requiere de la voz del silencio compartido, no importa el lugar, sino la vivencia del lugar. La naturaleza es sabia y hasta los ríos más profundos son siempre los más sigilosos. Pienso que el mundo vive una auténtica pobreza de tiempo para el descanso, debido a la dedicación excesiva al trabajo y a otras labores domésticas. Otros, sin embargo, están desempleados. También el trabajo hay que repartirlo. Desde luego, el disfrute del tiempo libre y las vacaciones son una oportunidad para sosegarse, aparte de un derecho de toda persona. El descanso pertenece al orden de las cosas. Sin duda, el que trabaja debe reposar, conocer otros entornos e invertir el tiempo en nuevas experiencias. Ahora bien, aprender a usar ese ocio de manera inteligente es cuestión de cultivo responsable.
Por otra parte, piénsese en la capacidad del turismo para crear empleo en diversos sectores, teniendo en cuenta que un turismo responsable es el primer interesado en proteger los recursos naturales. Nos entusiasma, por consiguiente, que España sea la anfitriona del Día mundial del turismo de 2012, a celebrar el 27 de septiembre, bajo el lema de “Turismo y sostenibilidad energética: propulsores del desarrollo sostenible”, no en vano se encuentra entre las cinco principales naciones inversoras en energías renovables en el ámbito internacional. Ciertamente, para el descanso no hacen falta grandes eventos, sino una mirada contemplativa, tomarse una pausa para la reflexión y poco más. Se trata de fundirse con la belleza circundante y descansar. Al fin y al cabo, es un privilegio descansar después de haber trabajado. Otros no lo pueden hacer, no tienen ocupación y están todo el tiempo de vacaciones forzadas.