(JUEVES 22 DE FEBRERO-2024-EL JORNAL). Cartaginés es un barco que se hunde partido a partido y por ningún lado se ve a su capitán.
El presidente del equipo, Leonardo Vargas, no aparece por ningún lado y nadie sabe con exactitud qué es lo que ocurre ahí dentro, porque en la cancha lo ve todo el mundo: el Cartaginés no es capaz de hacer dos pases seguidos, juega muy mal al fútbol y ya está a seis puntos de San Carlos, que es uno de los candidatos para entrar a las semifinales del torneo.
A Mario García ya se le acabaron las palabras. Ayer en el Carlos Ugalde quiso tirar de ironía, cuando mencionó que él no entrena para jugar con diez, pero se le da muy mal este recurso literario y nadie le entendió.
Entonces, García, que me sigue pareciendo un buen entrenador y un profesional honrado, acudió al lenguaje cantinflesco, que también se le da muy mal, y como resultado de ello, salió mal parado.
O habla con contundencia, como quiso hacerlo después del juego ante Herediano, o mejor que se quede callado, porque don Mario no sabe mentir.
Lo que ocurre puertas adentro del Cartaginés es un asunto grave, que se refleja en la grama. Al equipo, con un par de excepciones, entre ellas José Luis Quirós, ahora mismo esa camiseta blanquiazul les queda demasiado grande.
En este caótico contexto en que está el equipo, si García no es capaz de mover a la acción al presidente Leonardo Vargas, lo mejor que puede hacer por su salud y su carrera, es irse, e irse ya, antes de que le alcance la hojarasca por completo.
Una pena enorme la que vive el Cartaginés, que, tras dos años de haber obtenido el ansiado campeonato que acabó con la ‘maldición’, se debate entre la desidia, el ridículo, el caos y el carnaval.
Que el señor Leonardo Vargas pare la sangría de inmediato, porque de lo contrario, cuando va a querer hacerlo, ya será demasiado tarde.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez. Esta columna se publica a diario en FXD y EL JORNAL