(VIERNES 10 DE ENERO, 2025-EL JORNAL). Lo que mal comienza, mal termina. La escogencia de Horacio Elizondo como director de la Comisión de Arbitraje generó muchas expectativas, sin que nadie se percatara de que se estaba construyendo la casa por el tejado.
Es decir, al revés, porque para cambiar de manera sustancial el arbitraje se requiere de una reestructuración desde sus bases, partiendo del hecho de que los silbatero necesitan un respaldo patronal y salarios acordes con los de un profesional, para que puedan dedicarse en un cien por ciento a su oficio.
Mientras ello no suceda, pasará, una y mil veces, lo ocurrido con Elizondo: que quizá logró modificar algunas situaciones técnicas, pero lo de raíz, lo más relevante, que era una dedicación al completo por parte de los árbitros no lo logró, porque para ello se requieren cambios sustanciales que deben impulsarse desde la Federación Costarricense de Fútbol.
Así que frente a un panorama en un principio muy prometedor, se pasó al real y el real indicaba que mientras la estructura esté obstruida, no había posibilidad de mejora profunda.
De eso se dio cuenta pronto el propio Elizondo, quien renunció en febrero de 2024, pero gracias al apoyo de los silbateros echó atrás su decisión.
Si no existen condiciones mínimas: un salario, un respaldo patronal y facilidades para entrenar y recibir apoyo médico, cuando la situación lo amerite, el arbitraje en Costa Rica seguirá siendo amateur.
En un panorama como el descrito, la llegada del VAR le permitía a Elizondo enarbolar su bandera de cambio, y a la Federación maquillar de forma extraordinaria la situación real del arbitraje.
En medio de todo esto, no estaría mal que los árbitros rompan su silencio y cuenten en qué condiciones trabajan.