(JUEVES 02 DE MARZO 2023-EL JORNAL). Más que inestabilidad, lo que viven nuestros entrenadores es una precaridad preocupante y en ascenso. No es una tema de hoy, pero en el presente se ha agudizado de forma extrema.
Lejos de mejorar en sus labores, nuestros entrenadores se ven obligados, incluso, a moldear sus posibilidades con tener que ser asistentes, cuando ya han demostrado que cuentan con la experiencia y la calidad para ser técnicos de primera fila.
El ejemplo más cercano en el tiempo es el caso de Mauricio Wright, que tuvo que ir a Cartaginés en calidad de asistente después de haber hecho campeón a Saprissa.
Entiendo a la perfección que la necesida de trabajar es sagrada, pero el mercado indica que no respeta a quienes se han ganado el derecho a dirigir la faena.
Mauricio Wright ya no está para ser asisten. Por eso, admiro su humildad y el profesionalismo con que ha asumido esos cargos.
Ahora se anuncia que Jicaral podría acudir a la fórmula de llevar a Mauricio Wright como segundo a bordo. Una buena idea, pero que de paso rebaja la condición del entrenador que contrata.
Está más que claro, que una situación es tener el poder para tomar decisiones, y otra la de sugerir siempre.
Lo vivimos hace mucho tiempo cuando Alexandre Guimares sustituyó a Gilson Nunes en el año 2000, y una vez a cargo de seleccionador, los resultados fueron evidentes.
En el fondo de todo, el problema es el modelo por el que está apostando el fútbol de Costa Rica, donde cada cuatro o cinco meses se cambia de entrenador en busca de resultados.
Y una muestra del fracaso de este modelo, es que en ligas menores el país está en sus horas más bajas, y que los pocos jugadores que salen al exterior, a penas si generan alguna noticia, porque no tienen el más mínimo protagonismo.
Y en la base de todo está la precariedad de los entrenadores, quienes tienen que hacer enormes esfuerzos por capacitarse constantemente, pero a los que se les trata como si fueran profesionales de segunda categoría. Lamentable, muy lamentable.