(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 29 DE JUNIO, 2019-EL JORNAL). ¿Quién lo iba a decir? Una nueva polémica, la que en realidad nunca ha terminado, entre menottistas y bilardistas se ha abierto en Argentina.
La noticia, la gran noticia, es que en el ámbito de los Menottistas el ‘general’ es el propio César Luis Menotti que a las puertas de cumplir sus 82 años no está refugiado en su casa viendo series de Netflix, no, está en ring de la polémica, como todo buen escritor, torero, o boxeador.
El otro invitado es Óscar el Cabezón Ruggeri, buen polemista, con más verbo que ideas, pero al fin y al cabo, buen polemista, y observar desde Costa Rica este nuevo combate es siempre una enseñanza, porque somos un país sin polémica, donde los ataques a una forma de jugar se confunden con ataques al técnico y todo se diluye en ese carácter del tal vez, del quizá, del a lo mejor y es sí como nunca asumimos posiciones firmes, sino siempre a medias tintas.
El enfrentamiento entre menottistas y bilardistas es añejo y no solo tiene relación con el fútbol: tiene que ver más bien con una forma de mirar la vida, con cómo se llega a la meta, para lo cual hay varios caminos y en el caso de la polémica que nos ocupa, hay básicamente dos: ganar a toda costa o ganar jugando bien.
En mi caso me situó del lado de los menottistas, pero para Carlos Salvador Bilardo tengo mi mayor respeto, por esa afán de perfección, por esa entrega a la causa casi demencial de mejorar el fútbol y convertirlo en una nueva ciencia.
El propio Bilardo cuenta la anécdota de que un día, cuando estaba en el aeropuerto a punto de salir de Argentina, lo llamó su hija para contarle que se graduaba de abogada y fue cuando cayó en la cuenta de que no la había visto crecer porque se había pasado la vida analizando videos, viendo partidos, buscando siempre, como si fuera un don Quijote del fútbol, esa perfección inalcanzable.
Y del lado de Menotti hay poco que agregar, porque el Flaco, hoy Director de Selecciones de la AFA, es poesía, es sensibilidad, es Vivali, Bach, Chopin.
Menotti es un artista que alguna vez se sentó en el banquillo de la albiceleste para hacerla campeón en 1978 y mucho más.
Cuenta Menotti, que jugó en el Santos de Pelé entre 1968 y1969, que llegó un lunes al quiosco a comprar el periódico– como era costumbre en ese lejano siglo en el que aún no se percibía ni por asomo la era digital—y el vendedor ni lo miró a los ojos, ni le dijo nada, a pesar de que su equipo, Rosario Central, había ganado, y el ritual siempre exigia un análisis del partido del día anterior. Entonces él le preguntó del por qué de aquel mutismo, si al fin al cabo la victoria estaba servida.
—¿Qué pasa?, insinuó Menotti.
–No te das cuenta César, contestó el vendedor, no puedo entender cómo un jugador de su categoría se tira al piso y se barre de esa manera. Eso no es fútbol.
Silencio. Largo silencio. La lección estaba dada. Ahí quizá, y es solo especulación, nació el menottismo.
Lo mejor de toda la polémica entre menottistas y bilardistas, calificada como una “guerra civil” en Argentina, es que Menotti no se cansa, peses a sus 81 años, de convocar a la energía, a la inteligencia, a la lectura, a las paredes, a los amagues, al pase filtrado, al fútbol como un espacio de y para las Bellas Artes.
*El autor es Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez 2018.