(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 27 DE JULIO, 2020-EL JORNAL). Como si fuera un barco que navega sin saber a dónde va, porque desconoce el puerto de llegada, así se han entregado los premios de UNAFUT, en los que ha sido marginado el mejor futbolista del Clausura: Michael Barrantes.
A partir de esta omisión, cualquier decisión resulta, en el mejor de los casos, inocua, y lleva a pensar que los electores miraron para otro lado cuando tenían que mirar al frente y destacar con todos los honores la extraordinaria temporada del jugador saprissista.
Es imposible concebir al Saprissa campeón en este certamen sin su concurso. Como ya es su costumbre, en esta oportunidad, Barrantes fue central, contención, creativo y delantero. ¿Qué más se le puede pedir a un futbolista?
¿Cómo exigirle un rendimiento mejor a un jugador de 38 años? ¿Cómo dejarlo por fuera si en el Saprissa hizo de líder indiscutible con sus pases largos y milimétricos, con su coraje, con su elegancia para darle salida al equipo morado?¿Qué clase de parámetros emplea la UNAFUT para designar al mejor jugador del certamen?
En la mitología universal los pensadores siempre se han preguntado ¿cómo un ciego puede guiar a otro ciego? Esa fábula macabra es la que se ha presentado en los premios de UNAFUT. Cuando se revise la Historia, así con mayúscula del Clausura 2020, nadie sabrá para entonces que el mejor jugador se quedó en la lista de espera, cuando debió de tener todo el protagonismo que se ganó con su sudor en la cancha y con su calidad indiscutible.
¿Con qué argumentos se sale a la palestra a anunciar a los elegidos si se deja al margen al mejor futbolista? Basta con constatar los valores objetivos que respaldan a Barrantes para darse cuenta de que se comete una injusticia, pero sobre todo, evidencia una enorme miopía por parte de UNAFUT.
¿Qué pensará Walter Centeno de que le hayan marginado a su mejor pieza en la gramilla? Barrantes no necesita un reconocimiento formal para saber que fue el mejor y que eso se constatará cuando el técnico Rónald González lo convoque a la Selección Nacional, pero la pifia de UNAFUT es tan grande, tan abismal, como aquella ocasión de gol que falló Jorge Valdano en la semifinal Argentina-Bélgica, en México 86, cuando ya sin portero, a pase de Maradona, mandó la pelota a los cielos y se le vino la noche encima.
*Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez.