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La pedrada de Capriles

 

CIUDAD Y CAMPO

José Eduardo Mora

 

(SAN JOSÉ, 10 DE MARZO 2013). Mientras el muerto permanecía en la sala, partidarios y opositores ya se disputaban su pan, en un ejemplo extraordinario de que la democracia no es el interés de las mayorías, como se nos ha hecho creer, sino que es el arte menos vulgar, en apariencia, de pelear por el poder sin importar las armas esgrimidas.

La primera pedrada la lanzó Enrique Capriles, el cantidato opositor al partido oficial para las elecciones del próximo 14 de abril en Venezuela: “esto es espurio, es un fraude”, dijo al referirse a los funerales del difundo Hugo Chávez, revolucionario y cristiano, revolucionario y católico, lo que, una vez más, lo convertía en un espécimen raro y extraño, en un verdadero ornitorrinco de las contiendas políticas.

La oligarquía venezolana, que se presenta a los ojos del mundo como la más diplomática, pacífica y amante suprema de la democracia, nunca dijo nada cuando en 2002 le dieron un golpe de Estado a Chávez, cuyos influjos procedían directamente de Washington en enlace perfecto con Caracas.

Ahora, el tranquilo, pacífico y ecuánime Capriles fue el que lanzó la primera piedra, mientras el muerto aún estaba en su indefensión en la academia militar. El régimen en el gobierno le respondió con silencio, como asegura El País, al no darle cobertura a sus declaraciones.

No se extrañen señores: esto es política y así sucede en todo lugar.

Al excandidato presidencial Rolando Araya, del Partido Liberación Nacional (PLN), cuando se perfilaba como el futuro presidente del país, le pusieron sus calcamonías en un caso de narcotráfico y el hombre se desplomó para siempre. ¿Quién tiró esa pedrada, señores? No lo sabemos, pero el cometido tuvo un efecto demoledor: acabó con las aspiraciones del hermano de Johnny Araya.

De modo que en la arena política todo se vale, aunque los señoritos de la política lo nieguen y se presenten como inmaculados ante sus partidarios, y es el pueblo el que siempre cargará con sus banderas de la derrota.

Y si el ecuánime Capriles vuelve a perder ante el chavismo y Nicolás Maduro, su ahora contendiente, no esperen, por favor, que decida trasladar su residencia a Castelgandolfo para consagrarse a la oración con el señor Ratzinger.

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