TERCERA ENTREGA
Por Carmen C.
(MARTES 21 DE FEBRERO 2023-EL JORNAL). Según me cuenta mi madre, a los dos días de vida cercana a la medianoche sufrí una especie de desfallecimiento, debido a una insuficiencia respiratoria de esos que alejan el alma y el espíritu del cuerpo, de seguro ya me encontraba volando por los aires buscando en esas esponjosas nubes una bonita figura para mirar desde lejos las algarabías familiares; pero mi Abuela Piedades me rescató dando vueltas como danzando, tirando de mis brazos y piernas y bajando todos sus santos e invocando a las ánimas de sus antepasados para que cerraran el paso que me llevaría al más allá y trajera mi alma de vuelta.
Después de lograr que esta escuálida criatura lograra respirar de nuevo, mi abuela aprovechó el momento para llevarme durante dos horas de camino por calles polvorientas, bajo la luz de las estrellas y el frío de la madrugada en compañía de mi padre, a buscar padrinos y un sacerdote para evitar que yo quisiera emprender de nuevo el viaje y muriera sin bautizar, impidiéndoseme el paso al reino de los cielos, y entonces mi alma se iría directo al Limbo, sin la compañía de Dios y sin oportunidad de reunirme nunca más con alguien de la familia, porque ese lugar solo alberga a los angelitos que se quedaron sin bautizar y recibir el Espíritu Santo.
Y fue así como después de la larga caminata recibí el sagrado sacramento del bautismo con el derramamiento del agua sobre mi cabeza. Y en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo “acepté” por medio de los testigos el cristianismo y cuatro nombres y dos apellidos que quizás por la premura me fueron encajados y son los que me han acompañado toda mi vida
Esos acontecimientos dejaron en mi memoria huellas difíciles de borrar, de ahí mis deseos de volar, soñar, crecer, amar y disfrutar cada instante de la vida, además de las locuras que me provocan la inquietud ante lo místico, lo prodigioso y mitológico, y esos sentimientos románticos que me inducen los hombres con la magia de la música, el canto, la poesía y la danza y sus palabras de amor que alegran mi corazón.
Pues sí, mi querida amiga, Julia fue y es una frenética romántica que aprovecha todas y cada una de las oportunidades que se le presentan en la vida; imagínese que en una ocasión se encontraba disfrutando en una fiesta en compañía de su mejor amiga y de repente apareció Franklin, excompañero de universidad a quien tenía ocho años no ver , venía llegando de España, su nueva residencia , vestía ropa casual y cargaba su guitarra en su hombro izquierdo, y mientras saludaba sonriendo a los invitados colocaba en la mesa unos bocadillos y una botella de vino.
Julia no se hizo esperar, se levantó de su silla fue hacia él, lo saludó eufóricamente y le pidió que cantara la canción que compartían en aquel tiempo de universidad, solicitud que fue concedida casi de inmediato, mientras intercambiaban miradas colmadas de deseos y pasión: fiesta que terminó ese fin de semana en la playa con las crónicas del ayer y las promesas sin compromiso, ni resentimientos de que quizás algún día se volverían a encontrar.