Por Carmen C.

QUINTA ENTREGA

(MIÉRCOLES 08 DE MARZO 2023-EL JORNAL). Un amigo de la familia de Julia, en calidad de préstamo y a cambio del mantenimiento de su finca, les facilitó una casa en un barrio de la capital. Era una casa grande de adobe, con tres habitaciones, cada una de ellas con una ventana por donde entraban los rayos de sol en horas de la mañana, una sala espaciosa con una puerta grande que comunicaba con un corredor de forma rectangular, reforzado con seis horcones de madera que sostenían la estructura del techo de teja y al final en una esquina se ubicaba la pila de lavar y el baño.

La cocina, aunque estaba en la parte trasera de la casa, se convirtió en el lugar preferido, en ella se compartía en las horas de comida, y por las noches anécdotas de la familia y las historias de sustos de las que hablaban algunos vecinos acerca de la casa. En la propiedad, al frente de la entrada principal, había dos grandes árboles de mangos como resguardando de la casa e invitando al vecindario a disfrutar de su sombra y de sus frutos en tiempo de cosecha.

Una vez que Julia logró instalarse en la casa, consiguió un empleo como operaria en una fábrica textil e inició sus estudios en un colegio nocturno. Durante esos cinco años disfrutó a su manera de varias conquistas y conoció a Eugenia, compañera de clase a quien llamó su amiga por algunos años, hasta que las circunstancias las alejaron.

Julia y su amiga compartían sus intimidades, proyectos e ilusiones y eran cómplices en asuntos de pareja; tema de conversación que terminaba siempre con la misma cantaleta de parte de Julia  al expresar  :

¿Cómo se puede vivir sin amor?  Es un fallo inaceptable, el hacerlo es perder una parte de uno mismo, es cierto que el amor alimenta el alma, pero el amor verdadero exige entrega, es pensar en el otro que nos colma por completo de felicidad, es un sentimiento que nos invade, nos paraliza, nos vuelve dependientes el uno del otro, es una entrega total de afecto cariño y compañía, pero, ante todo, requiere estar dispuesto a permitirle y ayudar a la pareja a crecer y eso no es fácil, y en mi caso, aunque sé que debe de estar esperándome en algún lugar, no he tenido aún la oportunidad de conocerlo. Lo espero con ansias porque  vivo y viviré enamorada del amor.

Su amiga reía, mientras levantaba los brazos y decía: — Mi esposo pronto llegara.

Eugenia vivía con una tía materna, a quien acompañaba durante el día, motivo por el cual asistía al mismo colegio que Julia, a ella  lo único que le interesaba era encontrar un novio que la convirtiera en su esposa, quería un hogar y muchos hijos,  fue así como cursando el tercer año de secundaria, conoció a su futuro esposo y tres meses después abandonó sus estudios, contrajo matrimonio y se fueron a vivir a los Estados Unidos.

Acontecimiento que motivó todavía más los deseos de superación de Julia, pues al año siguiente Eugenia estaba de vuelta en Costa Rica con un niño en brazos buscando refugio en casa de su tía, quien la recibió no de muy buena gana, con el compromiso de ser una madre dedicada y colaborar con los quehaceres de la casa y ser su dama de compañía por el resto de su vida; seis años después, su tía murió, ella se quedó con la casa y trabajaba por horas como empleada doméstica. Tiempo después, su hijo se graduó como educador y se fue a vivir y a trabajar a una escuela rural muy lejos de la ciudad.

Treinta y cinco años más tarde su marido regresó al país, fue en busca de perdón y refugio, se sentía solo, había perdido su otra familia, su compañera había fallecido y sus dos hijos ya eran adultos y tenían su vida independiente, y el sólo representaba una carga,  pero Eugenia no lo aceptó. Ya sus ilusiones del pasado se las había llevado el viento, como las huellas que tantas veces dejamos en la arena y desaparecen fácilmente con el ir y venir de las olas.

A menudo, la recuerdo con nostalgia y la veo riendo, cantando, deseosa de recibir amor y entonces viene a mi memoria su felicidad. Aquel día con su vestido de novia desfilando hacia el altar a encontrarse con el hombre que la haría feliz y el futuro padre de sus hijos, su compañero de vida.

Sí, mi querida amiga

Me pregunto:

¿Qué habría sucedido si Eugenia se hubiera contagiado de las locuras de Julia, de su espíritu aventurero, de sus ansias de volar desprendiéndose de tantas ataduras, sacrificando tiempo para la diversión, y renunciando a propuestas de amor, con la esperanza de alcanzar algo mejor?

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