Por Carmen C.

SEGUNDA ENTREGA

(VIERNES 10 DE FEBRERO 2023-EL JORNAL). Desde que conocí a Julia, me pareció una mujer romántica, soñadora y enamorada, hasta que en una tarde de tertulia le pregunté si en su juventud habían existido pretendientes, amantes o amores, esos amores que dejan grandes huellas  en nuestro corazón y que pensando en ellos en algún momento de locura cerramos los ojos e intentamos comunicarnos telepáticamente, invocando su nombre y juramos que nos escuchó, sentimos  y creemos oír lo que queremos , bueno quizá esta chifladura es producto del amor.

 —Es tiempo de responder, dijo Julia  

Usted me pregunta: ¿Si tuve pretendientes, amantes o amores en mi juventud?

Por supuesto que sí, siempre fui y lo soy aún: una mujer romántica, enamorada y soñadora, en espera de un gran amor, tema interesante, al igual que el hablar de mis agresores y de las interrogantes que existen alrededor, las cosas pudieron haber sucedido diferente, nosotras como mujeres también somos culpables; en ocasiones por permisivas y otras veces por ignorancia, considero que esos hombres  son personas con grandes carencias que de alguna manera están pidiendo ayuda, pero es una trama a retomar luego.

Mi querida amiga, desde mis doce años tuve varios postulantes, amores platónicos y añoranzas del pasado. En muchas ocasiones me encontraba al caer la tarde con un hombre fuerte, atractivo, cariñoso que tenía una hermosa barba, estaba sentado a la orilla de un río con los pies en el agua, tocando una flauta de la cual salían sonidos mágicos que se confundían con el ruido de la corriente, mientras tanto recostada en sus hombros me deleitaba escuchando la melodía y observando las sombras de los frondosos árboles y las figuras imaginarias que se formaban en el cielo con las nubes.

Fue una fantasía de años hasta que comprendí que no era real y que solo era un deseo por cumplir algún día. También viene a mi memoria el inolvidable  Alberto, que forma parte de uno de los tantos enamorados perdidos, que mi padre mantenía alejados con sus amenazas y mi madre con la asignación de tareas que no me correspondían, Alberto era compañero de escuela tenía 12 años, de ojos azules, tes blanca, inteligente, con grandes aspiraciones, romántico y detallista quien despertó con  sus enésimas atenciones y  sus cartas de amor mi interés y deslumbramientos futuros: pero el romance terminó pronto, cambiamos de residencia y perdimos contacto. En ocasiones pienso en él y me pregunto ¿dónde estará ese muchacho de ojos azules? ¿Qué sería de mi vida a su lado? ¿Dónde quedaron las cartas? ¿Pensará en mí en algún momento? Cómo me gustaría tener una fotografía suya, al igual que del resto de galanes que pasaron por mi vida y usted sabe que este tema lleva su rato.

Y Diego, ¿qué me dice de él?

–El hablar de estos temas me hacen sentir algo melancólica, sobre todo al pensar en Diego, algo me roba la paz, hablo en voz alta como alucinando, como si lograra que escuchara mi voz y adivinara mis pensamientos, reviviera las promesas e ilusiones de aquel pasado de dos jóvenes que escapaban para encontrarse a escondidas, y comprendiera que no solo los hombres nos hacen llorar, también nosotras como mansas e inofensivas palomas causamos daño, tal vez sin querer por amores fuertes que nos hacen cambiar.

Recuerda que Diego y yo nos conocimos cuando teníamos 14 años, fuimos novios, según nosotros, encubiertos, aunque nuestros padres lo sabían. Programamos nuestro matrimonio para 4 años más tarde, momento en que alcanzaríamos nuestra mayoría de edad y la pasábamos muy bien, en ese entonces, nos las ingeniábamos para ir en las noches de diciembre a la Avenida Central, tirábamos confeti, caminábamos de la mano y observábamos las ventanas de las diferentes tiendas, a sabiendas de que los artículos de exhibición estaban fuera de nuestro alcance.

En la noche de navidad recibía una colonia con aroma de violeta acompañada de una tarjeta cargada de corazones y frases de amor. Pero un día las falsedades, artificios, y experiencia de un hombre grande del que luego le cuento, con sus artimañas, descubrió mis flaquezas, terminando con mis compromisos, promesas y un corazón roto de un hombre bueno, que lucho por reconquistar mi amor: y a pesar de mi desprecio, años después fue a mi encuentro en busca del compromiso adquirido. Pero ya era tarde, él no merecía mi amor.  Me pregunto si fue mi mejor decisión, solo Dios lo sabe, de seguro me equivoqué. Me hubiera evitado lo que venía después, aceptando infidelidades, citas clandestinas sin justificación humillaciones y todo tipo de violencia de seres que buscan excusas para convertirse en fieras, aunque muy en su interior no son más que espíritus cobardes incapaces de hacer frente a sus mentiras. Alejé a un buen hombre, me arrepiento del daño que causé, y quizás pagué un alto precio, es la ley de la compensación.

Ocho años más tarde, en una actividad social por esas cosas que suceden pero que tienen una razón, nos encontramos de casualidad, para entonces ya estaba casado y yo tenía a mi lado un compañero, aunque casi siempre estaba ausente y aparecía como un fantasma, sin avisar, buscando perdón con un ramo de rosas rojas y pidiendo explicaciones de comportamientos que solo en su mente existían.

El encuentro con Diego fue hermoso, pero pertenecía al pasado, ya le había perjudicado años atrás, como para interferir en su vida familiar; así que nos despedimos y pocos días después me envió un paquete que contenía una caja de música, la  cual guardé con mucho cariño y cuidado ,pero  un día de tantos terminó en el basurero, después de ser desmembrada por el agresor del momento.