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La muerte recupera su poder

 

ENTRE PARÉNTESIS

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José Eduardo Mora

 

(SAN JOSÉ, 25 DE ABRIL, 2014-EL JORNAL). Cuando se creía que la muerte andaba despistada, de vacaciones con tantas celebraciones entre Semana Santa y feriados, apareció de nuevo con todo su poder, y para dejar constancia de su innegable razón.

Los teletipos informan de la muerta de Tito Vilanova, exentrenador del Barcelona e integrante del cuerpo técnico que acompañó a Josep Guardiola en el alcance de 14 títulos en los últimos cinco años, y a pesar de su enfermedad la noticia no deja de sorprender.

Vilanova tenía apenas 45 años y un brillante futuro como entrenador, tras confirmar en 2013 que era un entrenador capaz de trascender en la vitrina del gran fútbol.

Antes que Vilanova, el 17 de abril, un Jueves Santo, murió Gabriel García Márquez, dueño de todos los adjetivos de la lengua española y un hombre que marcó un ante y un después en la literatura latinoamericana.

En el ámbito local, también murió el miércoles 23 de abril, el narrador Manuel Antonio Pilo Obando.

Caprichosa, irracional, insensata, burlona, egoísta, rencorosa: la muerte se pasea por el mundo a sus anchas, aunque a veces se olvide que ella tiene la última palabra y que es capaz de despedazar los más prometedores “futuros”.

Por esa razón, es que hay muchas filosofías que invocan y que se sostienen en el único patrimonio disponible: el hoy, el ahora, el aquí. Cada día tiene su propio afán, había dicho Jesucristo mientras sus asesinos preparaban la coartada para llevarlo al martirio, y sus palabras, como aquellas del sermón de la montaña, han trascendido tiempos y fronteras.

Ya el poeta Machado había dicho: “Hoy es siempre todavía”. Un adverbio, un verbo y dos adverbios más: cuatro palabras que forman un magnífico poema, digno de una antología comentada de unas mil páginas.

Como la muerte sabe, que poco caso se le hace a ese hoy, zarpa sus garras o en el momento menos esperado, o en vidas, como la de Vilanova, que todavía tenían ante sí un porvenir de ensueño.

Cuando a Miguel Hernández, el poeta español, se le murió su amigo del alma, solo le quedó un recurso: la palabra, el verso, el dolor, la ausencia grande e inabarcable, y escribió la mejor elegía del siglo XX: “elegía a Ramón Sijé”.

“No perdono a la muerte enamorada, 
no perdono a la vida desatenta, 
no perdono a la tierra ni a la nada”, dijo Hernánez.

Y agregó: “Quiero minar la tierra hasta encontrarte 
y besarte la noble calavera 
y desamordazarte y regresarte”.

La muerte, para que no lo olvidemos, ha recuperado su poder, pero no sabe que el poeta Machado,  antes de su propia partida, en aquel exilio frío y desbordante, ya nos había dado la fórmula para vencerla: «Hoy es siempre todavía».

 

 

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