(JUEVES 17 DE JUNIO, 2021-EL JORNAL). Los héroes han muerto en el fútbol. Ya no existen. Solo hay futbolistas que el sistema convierte irremediablemente en mercaderes. Sergio Ramos, 22 títulos después, cuatro Champions, y un liderazgo sin par, ha tenido que dejar el Real Madrid, porque al equipo le parecía que ya está demasiado viejo para extenderle un contrato de dos años.
Le pasó a Raúl González, a Fernando Hierro y al mismísimo Alfredo Di Stéfano: tuvieron que irse porque el peso de los años ya anunciaba su ocaso.
Ya no hay tiempo en el fútbol para que las estrellas, que ahora no toman Coca Cola, puedan convertirse en mitos de sus respectivos equipos. Ahora se compra y se vende, como si los jugadores fueran una mercancía más. Es lo que hay. Es el mercado, que deshumaniza todo. Y en el Real Madrid siempre ha estado el club por encima de las figuras, lo cual es correcto y la demora en la respuesta por parte de Ramos hizo que la mano de hierro de Florentino Pérez saliera a relucir.
Es la realidad: el fútbol cada vez se despoja de sus simbolismos sagrados como el ritual del orgullo, de la entidad y en vez de ello surgen las estadísticas que miden cuánto corrió, cuántas coberturas, cuántos cabezazos, etc., pero que no miden el corazón de un jugador ni su liderazgo.
Es el tiempo de la frialdad lo que se vive hoy y en este presente no hay espacio para los héroes ni para los ídolos, que son tan efímeros que parecen hechos de barro.
En el ámbito nuestro Juan Arnoldo Cayasso resumía con precisión lo que es el balompié hoy: “el fútbol no tiene memoria”.
No la tiene ni de corto plazo. La épica es patrimonio de los griegos y el fútbol, que alguna vez quiso emularla, se topó con la realidad que lo que interesa es la acumulación, porque entre más partidos haga un futbolista en la temporada, mejor porque podrá haber más exposición de su equipo a las marcas, que son, junto con la televisión, las que terminan pagando.
Se va Ramos del Real Madrid. Un adiós sin final feliz. No bastaron los títulos, el liderazgo, la décima, nada, el rumbo lo marca el carné de nacimiento, y este no sabe de glorias ni de
grandeza, solo registra números y estos indican que el defensor tiene 35 años y que se avecina su ocaso.
“Dios ha muerto” dijo Nietzsche en 1804 y Europa aún no se recupera del polvorín de su afirmación. Hoy, sin llegar tan lejos, se puede decir sin ningún temor que el héroe en el fútbol ha muerto. El fútbol hoy es solo una caja de resonancia donde los héroes no tienen cabida.
Periodista, escritor y comentarista. Premio Nacional de Periodismo Pío Víquez