EL PLACER DEL TEXTO
(SAN JOSÉ, COSTA RICA 03 DE MAYO, 2016-EL JORNAL). Los costarricenses deben entender que el llamado lenguaje inclusivo es una estupidez y una tontería innecesaria, tal y como lo ha reiterado hasta el cansancio la Real Academia Española de la Lengua (RAE).
Debe entenderse que de esa manera no se fortalece la equidad entre hombres y mujeres, pero sí se atropella un idioma como es el castellano, que en este 2016 celebra los 400 años de la muerte del autor del Quijote, don Miguel de Cervantes Saavedra, cuyo legado literario debería bastar para tener un respeto por este magnífico y maravilloso idioma, con el que deliraron los cronistas de indias y con el que más tarde traspasaron fronteras los representantes del boom, con Carlos Fuentes, Alejo Carpentier, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y José Donoso, entre otros, como figuras prominentes de esa corriente.
Cada quien escribe como quiere y se exhibe como quiere, pero por respeto a los educadores que día a día tratan de explicarle a los niños y a los jóvenes que la arroba (@) no es una letra del castellano, sino que es un símbolo de peso, masa o volumen, por lo que no tiene ninguna relación con el abecedario, debiera escribirse con la mínima corrección que propicia el entendimiento social.
Entonces si por moda o ignorancia, vaya uno a saber, usted quiere emplearla, ha de comprender que es una nota disonante y que por lo tanto atenta contra la inteligencia y el buen uso del castellano, una lengua tan extraordinaria, a la que si se le obligase a escribir en ese lenguaje inclusivo, y con las arrobas, simplemente se le condenaría al ostracismo y a la destrucción.
Si Andrés Bello, José Martí, Enriques Ureña, Alejo Carpentier y Darío, claro está, contribuyeron a hacer del español un monumento inmaterial de la humanidad, nosotros los mortales deberíamos, al menos, mostrar un mínimo de pulcritud, y no ser uno más de la manada que se une en contra de un idioma universal, capaz de desatar las más entreveradas historias, y de hacer soñar a millones de aventureros que en el mundo han sido, con que El Dorado era un país real y conquistable, y toda esa colosal visión echó raíces en el castellano, tan rico en matices y expresiones, que es un atropello inadmisible condenarlo al lenguaje inclusivo y a las ignorantes, grises y tristes arrobas, que solo conducen al retroceso del pensamiento y a la estupidez sin límites, y que no mejoran en un ápice la equidad en la que todos, pienso, estamos de acuerdo.
*El autor es director de EL JORNAL y Máster en Literatura.