(JUEVES 28 DE ABRIL-2022- EL JORNAL). Desde el minuto uno al 93, Saprissa controló las acciones en el clásico y se olvidó durante ese lapso de que era el colero y que enfrentaba al líder y archirrival Alajuelense.
Son las maravillas que tienen los clásicos, que hacen que unos y otros se transformen, pero si queremos encontrar una explicación a lo sucedido en el Estadio Nacional, hay que apelar a la intensidad con que jugaron los morados.
Corrieron como nunca, marcaron, se prodigaron, cerraron portillos y sobre todo y ante todo, tuvieron una concentración impropia en esta temporada.
En Alajuelense no hubo reacción y el peso aquí recae directamente sobre Albert Rudé, quien se vio superado de principio a fin por un Jeaustin Campos herido, que iba camino al destierro, porque no había ganado en todo el año, tras salir campeón.
En ese ajedrez táctico, Jeaustin puso en jaque a su colega Rudé, sin que este tuviera
respuestas, mientras en la cancha sus futbolistas eran superados en cada jugada. Todos los balones divididos fueron de Saprissa y esto marca a las claras la forma en que uno y otro equipo asumió el encuentro.
Bryan Ruiz habló de bloqueo mental, pero cuesta creer que un equipo con tantas figuras pase por ese trance. Y así lo piensa el propio presidente manudo Fernando Ocampo.
Más que bloqueo mental es dejarse la piel en cada acción y ese Saprissa, hasta ayer desconocido, lo hizo y salió con una victoria por la que nadie apostaba, excepto los futbolistas y el cuerpo técnico morado.
Revela el partido que Saprissa, más allá de las muchas limitaciones que tiene, puede competir mejor en el torneo y que ese vergonzoso último lugar con que ayer saltó a la gramilla del Nacional, es un puesto que no merece ni su afición ni su escudo.
Alajuelense, por su parte, no aparece de nuevo en los partidos grandes. Como hay muchos jugadores que no aparecen en este tipo de justas, solo cuando el clima es menos tenso y más favorable.
Estrategia, tensión, tendencias y consecuencias: de esto y más está hecho un clásico, sin importar la circunstancia en que lleguen sus contendientes; sin embargo, escuché a colegas decir que era un partido más, un juego sin trascendencia, por la crítica situación en que arribaba Saprissa.
El hábito, como puede apreciarse, no hace al monje. Y para que el triunto tenga un real sentido en Saprissa, deberán colgar en su camerino la palabra regularidad, porque ya sabemos que una golondrina no hace verano.