(SAN JOSÉ, COSTA RICA, 31 DE MAYO, 2018-EL JORNAL). La grandeza de Zinedine Zidane no pasa solo por haber ganado tres Champions seguidas, sino, sobre todo, en reconocer que ese vestuario con Cristiano Ronaldo enfadado y con Gareth Bale exigiendo la titularidad, se volvía inmanejable y cuando el entrenador no tiene el control, nada está haciendo en un banquillo.
Dio lecciones de cómo se debe de comportar un entrenador en una conferencia de prensa: siempre con respuestas inteligentes, algunas evasivas, pero con una gran elegancia y jamás irrespetó a ningún periodista porque le cuestionara esto o aquello.
La grandeza de su etapa como jugador la trasladó a la forma en que se movía, con sorprendente facilidad, con la prensa, que ya sabemos que hoy le alaba y mañana le cuestiona, como corresponde a cualquier ejercicio profesional en el periodismo.
Al verse limitado, sin la potestad de tener un manejo absoluto del vestuario, Zidane decide dejar su puesto e irse por la puerta grande, con nueve títulos en menos de tres temporadas que dirigió al Real Madrid.
Los grandes por eso lo son: porque son capaces de hacer saltar los titulares cuando nadie lo espera, por saltarse los cálculos y abrirse paso en medio de la tempestad o de las brumas que anuncian a aquella.
El largo aplauso con que lo despidió la prensa que cubre el Real Madrid es una muestra de que se puede estar en la cima y respetar con quienes se convive en una situación tensa siempre, como es habitual y normal entre la fuente y el periodista.
Muchas lecciones de Zidane en su paso por el equipo blanco y la mayor de ellas es su grandeza como ser humano.
*El autor es director de EL JORNAL y coautor de La Gran Hazaña